Hace unas semanas
El País publicaba un artículo donde se abordaba diferentes
características de los adolescentes actuales, los que rondan los 15
años, esos que son nativos digitales y que crecieron con un
smartphone pegado a su mano. Según el artículo son una
generación que salen menos, se drogan menos y tienen una mayor y
mejor comunicación con sus padres. Son los hijos perfectos, los
hijos únicos hiperprotegidos por unos progenitores que anteponen su
propia tranquilidad a la libertad de su escasa prole. Y si hace
décadas que las calles se quedaron huérfanas de infantes jugando a
su libre albedrío parece que ahora les toca el turno a los jóvenes
en eso del gusto por recluirse en casa. Los púberes actuales, cada
vez prefieren más encerrarse en sus habitaciones compartiendo likes
a estar compartiendo baile en una fiesta. Un dato: en 2002, el 15,9%
de los jóvenes españoles reconocía tomar alcohol todas las
semanas, doce años después era el 6,5%. El consumo de drogas o el
llegar a casa más allá de las 2 de la madrugada también se ha
reducido en más de 10 puntos pero hay otros datos y son extremadamente
negativos. Diversos científicos alertan que el número de suicidios
ha aumentado notablemente, en el caso de las chicas se ha duplicado
en los últimos diez años.
A estas alturas no
es de extrañar que cada vez haya menos discotecas y bares, los nuevos comportamientos han hecho que el modelo de ocio
nocturno haya entrado en crisis y el negocio, ahora mismo, este
sustentado por treintañeros con mayor poder adquisitivo y parámetros
de relación más tradicionales. Estamos ante un cambio de paradigma
y la noche no va a ser excepción. Vamos hacia una sociedad
hipertecnológica y deshumanizada, donde la inmediatez, la seguridad
y la gratuidad priman. La sociedad donde el contacto real pasa a un
segundo plano, donde no se admite la frustración y la imagen es
esencial. El individuo hiperconectado desde la soledad de su
domicilio, autocercenado en su libertad de movimiento y acción donde
los espacios de encuentro real, como las discotecas, no tendrá razón
de ser, o quizá se necesiten más que nunca.
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