lunes, 15 de diciembre de 2025

ORDEN EN EL BILBAO DE LOS AFTERS

 

En el Gran Bilbao de los años 90 se consolidó un buen número de discotecas y antros de diversa índole que abrazaron los ecos houseros y bacalas que llegaban desde el Mediterráneo. La música electrónica de baile se hizo fuerte en todas las sesiones, desde las de tarde para adolescentes imberbes hasta las matinales para quien renegara en aquello de irse a casa. El trance, el eurodance, el house, el techno, la makina, el progressive... sus hibridaciones y los infinitos estilos aledaños constituían la hegemonía en la mayor parte de locales de marcha de la ciudad. Con la llegada del nuevo milenio nos dimos cuenta de que el futuro ya lo habíamos vivido y, en cierta medida, tocaba un retroceso en cuanto a planteamientos sónicos y libertad a la hora de salir a bailar se refiere. Las medidas restrictivas con relación a ruidos, aforos, fumar tabaco y horarios, unido a unas costumbres que comenzaron a encontrar divertimento en otros lugares como gimnasios, centros comerciales o redes sociales no fue óbice para un aumento de la popularización de las matinales.  

En ellas se desarrollaban sesiones de música de baile planteadas para continuar una fiesta que cada vez debía de terminar, según lar ordenanzas y leyes, antes. Las discotecas, que podían llegar a cerrar, de facto, a las 10.00 e incluso a las 12.00 de la mañana fueron obligadas, desde las autoridades, a ir recortando hasta establecer el cierre a las 6.30 de la mañana. Por eso muchos comenzaron a inventar vericuetos donde engañar a Morfeo y, de paso, al Ayuntamiento. 

Comenzó a ser habitual quienes ponían la música de la tele al máximo volumen mientras limpiaban la sala y servían cubatas. Aludían a las autoridades que ellos ya habían cerrado. Otros directamente te echaban del local media hora y lo volvían a abrir. La aparición de la policía cada vez era mayor a la hora de terminar una sesión, se quería criminalizar la pista de baile a toda costa en una ciudad que, con cierta incongruencia, la publicitaban como de servicios y turismo. Finalmente, la opción de los afters, locales que abrían directamente por la mañana se fue popularizando y cada vez abrieron más. Hasta que una nueva ola prohibicionista acabó con ellos, allá por el 2015 y 2016. 

Muchos estaban ubicados en el Casco Viejo o Bilbao La Vieja, pero uno de los mejores se ubicaba en la calle Telesforo Aranzadi. Recuerdo la primera vez que fui. Era el momento en el que la noche comenzaba a terminar y la luz, tímida, como si no quisiera hacerlo, despuntaba entre los montes del “Botxo. En esos momentos muchos bailábamos el “Last Dance” de Donna Summer en el eterno Distrito 9 bajo los mandos de Mikel Ebro. Era como si la Reina de la disco music nos dijese que esto se acababa y era hora de abandonar el baile. Poco más de las seis marcaba mi reloj galáctico y muchos de los que nos arremolinábamos en la galería empujados por las luces de limpieza hacia la calle nos negábamos a volver a nuestra casa dejando Bilbao huérfano de fiesta.  De repente, chivatazo, nombre y dirección de un antro con alma de after, estaba allí mismo, al otro lado de la plaza Moyua y prometía. 

 

Cuando llegamos la puerta estaba cerrada a cal y canto, silencio atronador. ¿Esto está abierto? me pregunté. De entre unas cortinas apareció una persona que me abrió y solicitó discreción, no podía ser de otra forma. Música bajita de fondo y una barra a la derecha me daban la bienvenida. Decepción. De repente me percaté, al fondo  unas escaleras, siempre mágicas en la noche porque-según palabras del maestro Iñigo Lejarza- cuando las bajas te preguntas ¿a dónde iré yo? Mandamiento noctámbulo cumplido. Fui a un pequeño espacio donde la música de baile sonaba con contundencia, la gente bailaba sin parar, el humo era libre y envolvente. Gonzalo "Morbid" pinchaba entre el público, a ras de pista, como debe ser y sentí de nuevo la esencia de la cultura de club, de la libertad horaria, del underground, de la magia de lo espontáneo y el repudio de lo artificial. Tenía algo de clandestino y mucha autenticidad. Ni go-gos, ni luces, ni performances, ni modas… cultura de club. Todo estaba en orden. 


Imagen: Pantallazo de la prensa local (20 Minutos) a finales de los 2000

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