lunes, 18 de enero de 2016

NO MÁS SELFIES EN MITAD DE LA PISTA

Lo tengo que decir, sí, porque si no lo hago algún día reventaré. Y es que, cada vez que entro a una discoteca y veo la sala llena de pipiolos y gallifantes con sus teléfonos pegados a la mano de manera perenne sólo puedo preguntar dónde esta el baño. Y es que la pista de baile es, básicamente, para danzar, no para autorretratarse en infinitos selfies buscando el angulo perfecto de un rostro que nunca lo será. Ese tradicional postureo gracioso e incluso comprensible en determinadas escenas de la dance music como la disco o la house se ha intensificado de tal manera que resulta asfixiante. La aparición de los móviles con cámara de fotos y, sobre todo, de las redes sociales ha modificado el comportamiento de un público que está más pendiente del "me gusta" y el retweet que de la mezcla del deejay. Y así, cuando te quieres dar cuenta, te ves rodeado de decenas de personas sacando morritos como si no hubiera un mañana delante de un objetivo que no aguanta más avutardas posando e impostando. Es la presión contemporánea y warholiana de las celebrities de rellano de escalera, de esas que, aunque sea a través de quemar el Instagram a base de aplicar tanto filtro, necesitan salir guapas y esbeltas en Internet, Se trata de contar a todos su maravillosa y apasionante vida, como ya lo hicieran tantos otros antes en el ¡Hola!, pese a que sea mentira. Ha llegado un momento en que no nos acordamos (y no hace tanto tiempo) de cuando las cámaras de fotos y vídeo estaban prohibidas en la mayoría de las discotecas, y sin quererlo, hemos pasado de un extremo a otro.
Parece una cuestión baladí pero nada más lejos de la realidad, la experiencia de vivir una sesión de música electrónica se ha degradado en este sentido. Os propongo un reto, apagar el móvil, dejarlo en el guardarropa. Despojaros del yugo de la imagen, Sentir la oscuridad del club, los graves, los agudos, los cambios, la melodía, la mezcla... ser vosotros mismos, bailar libres, dejaros guiar por el discjockey e integrados en una especie de comunión mística con los allí reunidos. Y lejos ya de la obsesión por grabar el momento, limitaros a vivirlo, entonces entenderéis de verdad la magia de la música electrónica.