lunes, 27 de noviembre de 2023

LANCELOT 808, SERENDIPIA CLUBBING


Todo lo verdaderamente interesante suele aparecer cuando menos te lo esperas, es lo que define una rara palabra que me encanta; serendipia. Y así sucede cuando vas a tomarte una copa sin excesivas expectativas a un local que te recomiendan porque es la bomba y te encuentras oro molido. El local se llama Fanático y está en el Paseo de la Castellana. Y el oro podría ser el excelente servicio y trato de sus trabajadores, lo rico de sus copas o la espectacular decoración y puesta en escena, escena circense en este caso, en un espacio que cuida hasta el último detalle. 

Pero el tesoro que allí descubrí fue conocer a su deejay. Vamos a ponernos en situación, Fanático es un relativamente nuevo restaurante que se ubica en una zona noctámbula que se está consolidando en Madrid con propuestas de ocio muy potentes. Su idea, al igual que ocurre con diferentes rótulos gastronómicos y bailongos como Perrachica o Marieta entre otros, es que haya una continuidad entre el postre y la primera copa, todo dentro del mismo local, cambiando el ambiente de manera progresiva y al que se suman nuevos clientes en esa transformación que te lleva de la mesa a la pista de baile.  Es en ese momento donde la entrada de la figura del DJ es esencial para que todo salga bien. Y en Fanático la cabina la comanda Lancelot 808, ¡y que manera de comandar! A los 15 minutos de sentarme allí ya me había dado cuenta de que a los platos estaba un discjockey con todas las letras y a partir de los 30 era imposible no dejar de bailar. Lancelot es visual porque su propuesta estética es rompedora, colorista y divertida pero su actitud va mucho más allá. Transmite su amor por la música, por el baile y la jarana.  

Mezcla de manera exquisita cosas de antaño con sonidos más actuales, lo hace sin brusquedad y con elegancia, demuestra una técnica que no siempre es fácil de encontrar, tiene cultura musical y se le nota, se le nota mucho. Pero además sabe leer el momento, los tiempos y a su público. Te bate electrónica, salsa, eurodance y lo que se proponga con una sonrisa perenne, la sonrisa del que ama la música por encima de modas, postureos e Instagram.  Lancelot fue serendipia, la que es provocada por volver a bailar a un deejay de verdad, que entronca con la cultura clubbing porque posee una actitud y militancia disco de la que tan orgulloso me siento.

Después he intentado indagar por la Red para conocer más sobre su figura, trayectoria y propuesta pero tampoco hay mucho material al respecto, lo que me ha sorprendido para los tiempos que corren donde la sobreexposición y exhibicionismo están a la orden del día. Pero claro, el oro, como cualquier tesoro que se precie, es difícil de encontrar. 

domingo, 19 de noviembre de 2023

PABLITO WILSON Y SU REVOLUCIÓN REGGAETONERA

 

A estas alturas de la canción, nadie puede negar que el reggaetón ha sido y continúa siendo la música popular hegemónica por excelencia de este primer cuarto de siglo a nivel mundial. Y por mucho que sus detractores la acusen de sexista, simplona, de mera moda o "sólo para latinos", el hecho es que el perreo terminó por conquistar las pistas de baile de medio mundo y postularse como la banda sonora del siglo XXI. 

Y es que, aunque nos parezca mentira, el asunto reggaetonero lleva en boga desde los años 90, donde comenzó a escucharse en las calles de Centroamérica. Nada más comenzar la nueva escena, el sonido siempre iba atiborrado de sexo, malos modos y demasiada gasolina. Argumentos, entre otros, que sirvieron para justificar el permanente rechazo por parte de la "intelectualidad" e incluso el "hipsterismo" más moderno siempre tendente a resbalar hacia lo “progre” y que en esta ocasión enmascaraba un clasismo de quien mira desde la atalaya del mundo rico y anglosajón. 

Por eso es tan importante trabajos como "Reggaetón, una revolución latina" del autor Pablito Wilson donde nos explica la evolución de una música que va más allá de la música. Hace ya un tiempo que devoré el mencionado libro y es una de esas obras que necesitan de varias lecturas para acaparar un mínimo válido de información por la cantidad ingente de datos que atesora y el nivel cuantitativo y cualitativo de referencias que podemos encontrar dentro de la misma. Estamos ante una autentica radiografía del sonido y la escena creada a partir del mismo, un documento que transmite la actitud tenaz de su autor para lograr que el lector llegue a comprenderlo desde dentro y un mapa clarificador de todo lo que ha generado a su alrededor. Cuestiones relativas a la industria musical, la violencia, el machismo, el racismo y un largo etc. no han quedado exentas de ser tratadas en sus páginas porque son parte del asunto y porque el autor ha demostrado el coraje y compromiso a la hora de no dejar nada en el tintero. 

El libro ha tenido a bien publicarlo la editorial Liburuak y es un regalo para quienes amamos la música sin prejuicios. A los que nos apasiona el sonido en si mismo pero también lo que este genera a nivel sociológico, cultural, estético... y que Pablito, en cuanto al reggaetón, tan bien ha definido como una verdadera revolución. La de Wilson es una visión certera y precisa, nada sectaria y aperturista, generosa y sin recelos acerca de un fenómeno, el reggaetonero, que no deja a nadie indiferente, generando apasionados adeptos pero también múltiples detractores de rechazo furibundo. Además, el libro es uno de los pocos publicados desde la mirada del hispanoamericano, desde una cosmovisión latina y en lengua castellana, la lengua en la que se escriben los grandes hits del reggaetón, esos que piden gasolina, bailar despacito y retozar en la pista pero también, tras casi tres décadas de reinado, necesitamos de estudios que merezcan la pena, como el de Pablito Wilson, para entender, documentar y conocer una revolución que no deja de sonar. 



lunes, 13 de noviembre de 2023

ALFREDO BARRIOS DEJA LAS CABINAS

 

Durante este verano, mientras yo mantenía en barbecho el presente blog, ha ocurrido un hecho que no puedo dejar pasar por alto y es por ello que me serviré de este post para recordar y, en especial, reconocer la figura de un tipo que conquistó las noches baracaldesas y marcó una época en sus cabinas. Y es que el pasado mes de julio dejaba el mundo de las mezclas el deejay Alfredo Barrios.  
Alfredo está muy ligado a una etapa donde, mientras la noche de media Vizcaya había desaparecido, la marcha noctámbula de Barakaldo se reinventó para ofrecer una oferta vibrante y divertida. Finiquitada la etapa dorada de la zona de la calle Juan de Garay de la localidad fabril, donde cada fin de semana de los años 80 y 90 era imposible atravesarla por el gentío que se agolpaba en las inmediaciones de locales como la Bolsa, Androides y por supuesto la legendaria sala de fiestas Anaconda, la fiesta se trasladó varias calles hacia arriba y la calle Zaballa se postuló como centro neurálgico de la jarana de la Margen Izquierda y una de las propuestas más divertidas de todo el Gran Bilbao. 
Lo hizo además con mucha música de baile, para un público transversal en cuanto a la edad y retomando los postulados tradicionales de la dancefloor. En mi caso, después de más de una década sin acercarme por allí, flipé con una propuesta donde los hits electrolatinos más actuales sonaban junto a temas más comerciales de pachangueo y lo más curioso de todo, con temazos eurodance muy noventeros. Eso que ahora es norma y parece novedoso, lo hacía ya Alfredo Barrios hace más de diez años en el Neptuno. ¿Qué era el Neptuno? Un bar que acababa de ser reformado y que supuso uno de los revulsivos más importantes en la actividad noctámbula baracaldesa. Situado justo a la salida del metro Elkano, tan pequeñito como efervescente, allí eran donde los cubatas y combinados se preparaban con mucho mimo en copas de balón (otra novedad para la época) mientras pinchaba un joven en lo alto de una pequeña cabina blanca. Para ello echaba mano de un musicón que conseguía impregnar de un buen rollo impresionante al local. La primera vez que llegué allí me quedé impactado por un ambiente espectacular que se contraponía al que abandoné cuando dejé de ir por Barakaldo, tiempos en lo que su movida se había degenerado, siendo habitual encontrarte con peleas, trapicheos y, no en pocas ocasiones, navajazos. 
El buen rollo, la gente guapa con ganas de pasárselo bien y el baile habían vuelto a conquistar la noche. Pero si algo me flipó fueron las mezclas y la selección musical de un deejay que por edad no llegó a vivir la escena de los 90 pero que destilaba cultura musical. No dudé en acercarme para ver su mesa de mezclas y eso fue lo que más me impactó, tenía una sencilla controladora desde donde lanzaba todo. Alfredo Barrios me demostró en ese momento que el mundo de las cabinas estaba transformándose en cuanto a sonidos pero también técnicas y herramientas. Pronto me hice seguidor y acólito de sus sesiones. Era el momento de lugares como el Metropolitan donde su apuesta por el eurodance noventero era todavía más decidida, en especial con la llegada de Alex G. a su cabina y en aquella nueva escena fue donde por primera vez encontré deejays que veneraban como piezas pop inmortales temazos como el Get It Up de Sensity World o Flyng Free. Eso pasó en Barakaldo gracias a deejays como Alfredo y muchísimos años antes de que lo hiciera el moderneo patrio. 
Pero volvamos a nuestro protagonista, Alfredo Barrios. Su buen hacer no quedó limitado a la mencionada experiencia en el Neptuno y pudimos bailarle en otros locales como Anaconda y en los últimos años en New Vos. Además, su acción no se limitó exclusivamente a la música, entendió rápidamente el papel de las incipientes redes sociales y como la imagen era cada vez más importante. Por eso no dudó en gestionar a través de ellas sus eventos y pinchadas, trabajando la cartelería y el marketing. En la época de los deejays estrellas o estrellas metidas a deejay, Alfredo apostó, alineado con la tradicional cultura clubbing, por la figura de ese discjockey popular, querido pero cercano, que entendía la pista como ningún otro y era garantía de éxito noche tras noche.   
Para mí era el mejor ejemplo de lo que tenía que ser un discjockey en la segunda década del siglo XXI, momento en el que la figura se desvirtuaba especialmente en los segmentos más comerciales y populares, en los que tan bien encajaba Alfredo y cuya visión hizo darle una nueva vuelta de tuerca al asunto. 
Su carrera como DJ siempre basculó con una vida personal y profesional muy alejada de las bolas de espejo y este verano decidió continuar ese camino, dejando las cabinas tras infinidad de sesiones donde tanto hemos bailado. Gracias por hacerlo posible.