martes, 6 de febrero de 2024

NEBULOSSA; NOS GUSTA SER UNA ZORRA

 La propuesta de Nebulossa ha sido la seleccionada este fin de semana para representar a España en el próximo Festival de Eurovisión y la polémica no se ha hecho esperar. El dúo alicantino se ha convertido en el pimpampum de ciertos sectores a los que les parece que cantar “soy una zorra” encima de un escenario es anacrónico, decadente, peligroso, intrascendente, asqueroso, vergonzante y un sinfín de apelativos ruidosos que no lograrán su objetivo de silenciar el grito que retumbará en toda Europa el próximo mes de mayo. 

Ya les pasó algo parecido a las Vulpess hace 40 años al cantar en el mismo canal de televisión el famoso “Quiero ser una zorra”. La censura se las echó encima al entender que un grupo de jovencitas no podía tener una actitud tan indecorosa y miserable en antena. Tampoco era nada nuevo a lo ya visto en 1968, cuando otra mujer, a pesar de haber ganado Eurovisión, era considerada una zorra por enseñar tanta pierna, ser tan “moderna” y tener el coño de ausentarse ante la condecoración que el mismísimo Franco le iba a conceder. 

Más cercano a nuestros días, hace dos años, otra zorra de postal, Chanel, fue víctima de una campaña de desprestigio, al ganar el Benidorm Fest, que le llevó a tener que cerrar sus redes sociales durante varios días. La que a la postre consiguió una de las mejores clasificaciones de la historia eurovisiva recibió ataques a diestro y siniestro porque una mujer enseñando el culo y bailando de esa manera era de zorras, de mujeres cosificadas, de un atraso monumental en la lucha feminista. Para algunos era mucho mejor que hubiesen ganado Rigoberta Bandini o las Tanxugueiras pero para otros eran todas ellas unas zorras por cantar en gallego o reivindicar el feminismo y las tetas. 

Las tetas las enseña Rocío Saiz en sus conciertos y eso la hace ser otra zorra de postal. Una artista que compartió, en su momento, una canción con Nebulossa y que milita en un electropop tan divertido como reivindicativo no se libra de ser juzgada.

Pero además de zorras, también ha habido zorros. Ellos son elegantes, heroicos, astutos, guapos, valientes... y el mejor zorro, sin duda, ha sido Antonio Banderas.  

Volviendo al presente, a la última edición del Benidor Fest, se dice que otras opciones podrían haber tenido, a priori, un mejor recorrido en Eurovisión. Eso es difícil de pronosticar. “Caliéntame” podría ser una de ellas, pero no nos engañemos, Jorge González es otra zorra de postal porque el termino es aplicable a unos y a otras, siempre que no se encaje en el marco convencional de lo que debe ser un buen hombre y una buena mujer. Y la actuación de Jorge, maravillosa, no sería una buena representación de la masculinidad estandarizada. 

Y es que el asunto va, como siempre, de estándares, de convencionalismos, de imposiciones. Y una mujer de más de 50 años, a día de hoy, tiene que vivir el Festival de Eurovisión desde su casa. Habiéndole dado de cenar a su familia, sumisa, condescendiente, sentada en el sillón de la sala, siendo consciente de que su tiempo ya pasó y el ostracismo es su único destino. O también puede ponerse el tacón, llevarse a su marido y tres amigos a Suecia y representar a su país en Eurovisión, a bailar una canción electropop de libro, con una propuesta electropop de libro, una estética electropop de libro y lejos de amilanarse por saber que la van a poner de zorra para arriba, apropiarse del término, validarlo y gritarlo bien alto para que, desde allí, bailando y cantando, retumbe en toda Europa. Y es que no hay nada de malo en que nos guste ser una zorra. 

 


domingo, 10 de diciembre de 2023

MADRID DESDE EL BAILE


Pateándome esta semana el Madrid engalanado de luces y villancicos, buscando alternativas a una Navidad que acapara cada vez más semanas del año, me encontré con la exposición “Madrid desde el baile” en la quinta planta de CentroCentro. Se trata de una propuesta comisariada por Massimiliano Casu donde podemos encontrar, hasta el 21 de enero, visitas guiadas, charlas, performances y presentaciones de libros. 

Madrid desde el baile es un relato coral y apócrifo de la ciudad de Madrid, contado desde, a través y alrededor del baile. Es un paseo zigzagueante por siglos de producción cultural y política, y propone una mirada sobre una ciudad que se ha construido a paso de pavanas, zarabandas, chotis, rigodones, himnos techneros y reguetones. 
Se trata de una revisitación de la historia de Madrid a través de un hilo conductor, el baile, que ha permanecido desde el inicio hasta nuestros días como un elemento de cohesión, siempre presente pero cambiante en cuanto a sus formas y sonidos. Y es que en una ciudad tan abierta, tan del pueblo llano, el baile resulta un elemento integrador y vertebrados desde el que se puede estructurar una historia o decenas de historias que conforman una sola, la de esa ciudad desprejuiciada y aperturista que tan bien refleja “Madrid desde el baile” donde se desechan prejuicios y remilgos para recoger en su recorrido desde las verbenas hasta la Movida pasando por entidades, a menudo infravaloradas, como discotecas, clubs y after hours. 
A través de las piezas expuestas nos podemos trasladar a la Ermita de San Antonio de la Florida, el Manzanares y la Pradera de San Isidro, lugares que han sido epicentros del ocio popular, la política y la cultura de la ciudad. En la exposición se podrá admirar materiales fotográficos y audiovisuales de salones de la nobleza pero también del proletariado, que asume tendencias globales provenientes de los Estados Unidos como el beatbox o la cultura disco dándole una vuelta de tuerca impregnándolo de un carácter propio. El fenómeno bakalao o remember son ejemplos de ello. 
Desde luego, esta es mi recomendación en la capital durante estas fechas para tomarte un respiro de tanta guirnalda, arbolito, mercadillo y belén navideño porque Madrid tiene sitio para todo. 

viernes, 8 de diciembre de 2023

REABRE EL PUB KEY CON SU MISMO ESPÍRITU CLUBBING


Han sido varias las semanas que por problemas técnicos y posterior puesta a punto del que es mi bar favorito del mundo mundial, el pub Key, sus neones han estado apagados. Pero por suerte para noctámbulos y festivaleros, en su escenario vuelven a pisar con fuerza las plataformas mientras la bola de espejos gira una vez más.  

El fin de semana de su rentrée tuve la inmensa suerte de poder colaborar con la organización de un evento que salió, como siempre, a las mil maravillas. Y es que algo debe de haber en esa diminuta sala que tan especial hace el tomarte una copa allí. Ese rinconcito de Bilbao donde la esencia clubbing se mantiene flotando entre pelucas y vestidos de lentejuela sigue siendo el hogar para cualquiera que lleve consigo las tres premisas clave: tolerancia, respeto y diversión. Asier Bilbao, el jefe de pista, lleva 32 años empeñado en la labor de que eso ocurra y a partir de ahí todo el espacio para el jolgorio, la libertad, el cambalache... porque la fiesta y el buen humor están asegurados cada vez que se abren sus puertas. 

Antaño, cuando muchas de las más grandes e importantes salas de fiesta del país se ubicaban en el Gran Bilbao, donde recalaban los mejores y más populares artistas nacionales e internacionales de aquello que se llamaba “variedades”, el espectador disfrutaba de las actuaciones de Lola Flores, Tom Jones, Mónica Naranjo o Chiquito de la Calzada en un formato más íntimo y cercano. Ahora las propuestas son siempre multitudinarias, para aforos de 5000 asistentes para arriba, donde el asunto se despersonaliza, se masifica y pierde magia.  

Por eso es tan importante que propuestas pequeñas y medianas, como el Key, se mantengan. Porque gracias a ellas el establishment tiene terreno para nutrirse, ya que las nuevas tendencias y la creatividad surgen de locales pegados a la calle, no de mastodónticas producciones. De esos lugares de mezcla infinita, donde cada cual es de su madre y de su padre, donde se juntan personas de distinta edad, raza, religión, clase social, maneras de entender la vida y se ríen, bailan, ligan y charlan en paz. Un lugar imprescindible donde militantes clubbing, como yo, tan a gusto nos sentimos. Un lugar más allá de Spotify, Netflix o Tinder, donde la experiencia es real y no virtual. Un lugar donde es imposible decir “Yo aquí no vuelvo más”.  

 

                                          Una noche cualquiera en el Key