El documental es rápido, divertido y, en ocasiones, crudo. Igual que el género que trata de explicar. Se nota que se ha ideado desde dentro del fenómeno y eso lo hace más verídico y auténtico. La historia de esta subcultura es contada a través de la experiencia de nombres propios que fueron parte de ella como Nando Dixkontrol, Pastis, Buenri, Frank Traxx, Mónica X o Ricardo F. entre otros muchos. Una historia que fue criminalizada y atizada desde el stablishment como les ha ocurrido a todos aquellos movimientos que supusieron un peligro para el poder establecido. Y una historia ahora contada desde todas sus vertientes y prismas para reivindicarla con sus luces y sus sombras.
En el documental, abierto y desprejuiciado, aparecen opiniones que nos acercan a una explicación más completa y enriquecedora de la que los medios dieron en su día. Sus orígenes en Valencia, su explosión en Cataluña, las drogas, el paso de Q a la K, las radios, su mercantilización, la violencia asociada, su conexión con la clase obrera y la periferia barcelonesa, la expansión más allá de Cataluña...
Mientras se lanzan datos, los recuerdos de quién lo vivió se desbloquean y el interés por quién no lo bailó aumenta como un subidón maquinero. Imágenes de la época, temazos quemasuelas y nombres de lugares como Scorpia, Chasis, Psicódromo o Pont Aeri reviven un momento, una forma de vida, una manera de estar en el mundo. Un fenómeno que nos dio esperanza a quienes no la teníamos, a esos parias sin futuro, a esos jóvenes de barriada acostumbrados a las migajas. Por fin teníamos nuestro sitio, nuestra banda sonora y el orgullo de pertenecer a algo, no a la nada, de estar en el centro y no en los márgenes, de ser los putos amos, de ser maqkineros.
Gracias por contarlo 30 años después.
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