Las tardes en Bilbao ya no son lo mismo, una banda de díscolos y díscolas anda suelta por la ciudad, se organizan a través de las redes sociales para quedar bajo bolas de espejo y preparar saraos de los que, hacía tiempo, no se prodigan por el Botxo. Este sábado la han vuelto armar y se han reunido en el Key para, la cosa no está del todo clara, reivindicar la diversidad y la libertad a través de la diversión o para divertirse a través de la diversidad y la libertad, tan cuestionadas en los últimos tiempos.
Allí daba igual la edad, la clase social, el género, la raza, la orientación sexual... lo que separe el prejuicio que lo una la pista de baile, cultura de club en estado puro. La música, la danza y el buen rollo son las principales herramientas de las que se valen para luchar contra el sopor y el aburrimiento, tan enraizado a orillas del Nervión.
Tal y como os cuento, este sábado volvieron a liarla, montaron un tardeo donde se concentraron decenas de personas que abarrotaron el Key. ¿Un tardeo?¿en Bilbao? ¿a la hora del pintxo-pote? Herejes y traidores que eligieron escuchar a Michael Jackson, Depeche Mode, Corona, Rosalía, Pet Shop Boys, Gloria Gaynor, Fangoria, El Columpio Asesino, Monterrosa... un eclecticismo para sibaritas de lo heterodoxo.
Y allí, con la premisa de pasarlo bien, con la desfachatez del diferente, de los que son ajenos al convencionalismo idearon un espectáculo para defender el show de Bilbao para Bilbao. Allí esa gran estrella llamada Yogurinha Borova, un engendro creado a base de brillo y beats, nos hizo sentirnos divinas con sus hitazos electropop y coreos de la gran Raffaella Carrá. Compartió escenario con la otra gran diva de la tarde, Dudu Ouchen, que interpretó en riguroso directo varios temas soul y disco de reinas como Donna Summer y Amy Winehouse, aquellas que marcaron el camino a los y las allí presentes.
La fiesta asumió como elementos identitarios dulces y golosinas que se regalaban a los asistentes. Dulces como Peta Zetas, simbología de caramelo adoptada por los díscolos clubbers, y pastelitos de "Pantera Rosa" en honor a su creador, que falleció días antes. Era el tributo al inventor de un producto que acabó transformándose en íbero icono pop, todo como muy warholiano.
Y a medianoche, al igual que le ocurrió a Cenicienta, el hechizo se diluyó, el tardeo llegó a su fin y los asistentes se disolvieron pero el cuento, en este caso, no había terminado. Esto sólo acaba de comenzar. Prometen volver con propuestas y acciones para hacer un Bilbao más bailongo y divertido, para hacer un mundo más colorista y divertido. La lucha continua y se hará bailando. Cuidado porque las díscolas y díscolos pueden estar en cualquier parte.
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