Desde hace un par de semanas la Movida ha vuelto a la palestra mediática con motivo del 40 aniversario de la celebración del concierto homenaje a Canito en la Escuela de Ingenieros de Caminos. El relato "oficial" ubica la génesis de aquel embrollo cultural en dicho acto aunque los propios protagonistas, como Alaska, defienden que la cosa venía de algo antes. Sea como fuere han sido 40 años de conjeturas, desprecios e idealizaciones ante un fenómeno que sigue levantando interés a día de hoy. En primer lugar hay quien mete en el mismo saco a Kaka de Luxe, la Casa Costus, Nacha Pop, Los Secretos, Leño y hasta Mecano. Vamos, que en esa manga ancha, anchísima, cabe todo lo que sucedía a nivel musical en el Madrid de los años 80 y no. A mi entender tendríamos que reducirlo de manera temporal a lo que sucedió desde finales de los 70 hasta mediados de los 80. A esa nueva ola hispana de militancia pop y electropop, actitud punk y estilismos coloristas, desenfadados o incluso siniestros donde lo importante era romper con los parámetros establecidos a través de la música, la estética, la pintura, el cine o la televisión. En un primer momento, durante la Transición, los "raros" con pelos de colorines e imperdibles no fueron bien recibidos ni por la derecha anclada en el Franquismo, ni por una izquierda dogmática que exigía compromiso con sus postulados. La mayor parte de la sociedad rechazaba a esos niños con pintas y desclasados. Pero la progresiva adquisición de libertades y las ganas de gran parte de la gente, en especial de la juventud, por una nueva vida pública mucho más despolitizada provocó cierta simpatía hacia la Movida en la que el PSOE recien llegado al poder vio una oportunidad para lavar la imagen del país desde su mismísima capital y crear marca España a través de una generación de jóvenes supermodernos y molones. Los ayuntamientos socialistas y la televisión pública comenzaron a dar cancha a Loquillo, la Bola de Cristal, los hermanos Auseron y compañía. El underground emergió y se hizo mainstraim, de ahí a que la Movida fuera un experimento de ingeniería social creado desde la Moncloa va un trecho aunque haya teorías conspiratorias, siempre divertidas, que asi lo defiendan. Y como ocurre siempre, con el tiempo, lo moderno se hace antiguo y para finales de los 80, con el relevo generacional, la Movida apestaba a viejo y el fenómeno tocaba a su fin.
Pero es cuestión de dejar pasar unos cuantos años más para que haya revisiones que provoquen la reivindicación y de ahí a la idealización hay un paso. En la primera década del siglo XXI se produjo un tsunami a modo de revival ochentero donde la Movida no aceptó discrepancias, donde las dos Españas se fundieron en una, donde a derecha y a izquierda se aceptó e incluso veneró un fenómeno de orgullo patrio. El "yo estuve allí", la "edad de oro del pop español", "aquello era música" y otras frases de 0,60 enarbolaron un discurso que no admitía disensión hasta que una nueva corriente provocó el cataclismo. En realidad, a día de hoy, el pensamiento mayoritario sigue teniendo una visión positiva de la Movida pero autores como Victor Lenore o José Luís Moreno Ruíz tienen una visión distinta y restan valor e incluso tachan de fake a la Movida.
Siempre defenderé la diversidad de opiniones pero si me quedo con un título, a día de hoy, ese es el de "Alaska y otras historias de la Movida" de Rafa Cervera. Un libro que explica a través de sus protagonistas qué sucedió en aquellos locos años porque algo importante debió suceder al estar hablando todavía de ello.
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