viernes, 8 de mayo de 2015
EL TAKEO
Hay momentos en los que cuando parece que nada puede ir a peor y la oscuridad del tedio y sopor ha llegado para no marcharse jamás, de repente algo cambia.
Eso me pasó la primera noche que pisé "El Takeo", en pleno barrio de Algorta. Allí cada viernes y sábado se abarrota el local de un público mayoritariamente sudamericano para bailar bachata, electrolatino, cumbia...
La verdad es que hay lugares que buscan un algo, ese no se qué, que otros, no se sabe muy bien el motivo, lo tienen porque si. Mucha culpa de ese espíritu recae, en este caso, en su dueño, un boliviano apodado "Takeo" que me cuentan juega al fútbol como nadie.
Él y su mujer han regentado el bar en los últimos tiempos y parece que el ciclo toca a su fin por motivos personales, las cosas se acaban porque empiezan y lo mejor son los buenos momentos vividos, con ellos me quedo.
Noches sin fin de ron y Jack Daniels, gente extraordinaria, que sabe disfrutar de la vida sin agobios, el poster de Messi, karaokes imposibles y un gato dorado del chino contemplando cubos de botellas entre luces decadentes y sillas de plástico. Y en mitad de todo ello, aprendimos a bailar morenadas.
Eso me pasó la primera noche que pisé "El Takeo", en pleno barrio de Algorta. Allí cada viernes y sábado se abarrota el local de un público mayoritariamente sudamericano para bailar bachata, electrolatino, cumbia...
La verdad es que hay lugares que buscan un algo, ese no se qué, que otros, no se sabe muy bien el motivo, lo tienen porque si. Mucha culpa de ese espíritu recae, en este caso, en su dueño, un boliviano apodado "Takeo" que me cuentan juega al fútbol como nadie.
Él y su mujer han regentado el bar en los últimos tiempos y parece que el ciclo toca a su fin por motivos personales, las cosas se acaban porque empiezan y lo mejor son los buenos momentos vividos, con ellos me quedo.
Noches sin fin de ron y Jack Daniels, gente extraordinaria, que sabe disfrutar de la vida sin agobios, el poster de Messi, karaokes imposibles y un gato dorado del chino contemplando cubos de botellas entre luces decadentes y sillas de plástico. Y en mitad de todo ello, aprendimos a bailar morenadas.
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