martes, 19 de marzo de 2019
UNA NOCHE EN EL BAR EKIA
Hoy os traigo uno de esos lugares donde el tiempo se detiene y los minutos no parecen transcurrir. Roma puede arder ahí fuera pero en el interior del Ekia, un sábado noche, nada nos lo va a fastidiar. El bar algorteño es punto de reunión para gentes diversas pero afines en eso de charlar, reír, beber y, por qué no, bailar. Allí la música es de un eclecticismo radical, desde los Beatles, los Rolling o Loquillo hasta Raffaella Carrá, Fangoria o un temazo de eurodance noventero.Y si nos ponemos actuales, también se pincha sonidos electrolatinos, porque es la clientela quien conforma la playlist a base de ir pidiendo hitazo tras hitazo. En esto, subida de volumen y hay quien mueve el esqueleto como si no hubiera un mañana.
Mientras en la barra se sirven ricos combinados, torres hechas con vasos de zuritos, tertulia y ocurrencias varias, Aritz, el ideólogo de tal disparate, ofrece salsas ultrapicantes o chupitos de Pitufo, según tenga la noche.
La pequeña taberna tiene ese duende de los lugares especiales, que te atrapan y en el que tan pronto ves un Freddy Mercury en fiestas de Carnaval dándolo todo encima de la mesa como puedes rememorar una sesión del Gwendoline sin más recursos que unos globos y una cabina hecha a base de cartón. Y es que lo esencial, indescriptible e intangible, lo tiene.
Es ya tarde pero nadie quiere irse, suena Flying Free, se pide otra ronda y continuamos. En el exterior es ya noche cerrada y el mundo puede acabar, a nosotros nos da igual, nos pillará bailando en un lugar con tanta luz propia que parece estar amaneciendo.
Mientras en la barra se sirven ricos combinados, torres hechas con vasos de zuritos, tertulia y ocurrencias varias, Aritz, el ideólogo de tal disparate, ofrece salsas ultrapicantes o chupitos de Pitufo, según tenga la noche.
La pequeña taberna tiene ese duende de los lugares especiales, que te atrapan y en el que tan pronto ves un Freddy Mercury en fiestas de Carnaval dándolo todo encima de la mesa como puedes rememorar una sesión del Gwendoline sin más recursos que unos globos y una cabina hecha a base de cartón. Y es que lo esencial, indescriptible e intangible, lo tiene.
Es ya tarde pero nadie quiere irse, suena Flying Free, se pide otra ronda y continuamos. En el exterior es ya noche cerrada y el mundo puede acabar, a nosotros nos da igual, nos pillará bailando en un lugar con tanta luz propia que parece estar amaneciendo.
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3 comentarios:
A mi me encanta es un sitio muy divertido
Es todo lo que cuentas y mucho más, es genial para el finde
Iun mensaje más pato naranja
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