Por eso, como no podía ser de otra manera, un garito como el Toni 2 no tenía alternativa posible, era Madrid su obligada ubicación, concretamente en la llamada Almirante, una de esas callejuelas de Chueca que colindan con el Paseo de Recoletos. Marco incomparable para un lienzo único. Y es que el lugar, que acaba de cumplir 40 años, no pierde su magia porque mantiene la esencia original y originaria, esa que canta entre lo clásico y lo moderno, lo canalla y lo castizo, lo sobrio y lo kitch.
Su nombre y una descripción somera e inexacta conduce irremediablemente a error. El Toni 2 no es un karaoke, allí no hay televisiones donde seguir la letra, ni cuadernos fotocopiados en los que pedir una canción. Las ordinarieces no son su estilo. La sala es un piano-bar al que se accede bajando unas pequeñas escaleras, con una barra de capitoné donde elegantes camareros te sirven ricos cocktails, moqueta y una decoración señorial que desliza cierta decadencia y te atrapa desde el primer momento.
Un poco más allá se sitúa su elemento icónico, el piano de más de 4 metros de cola, alrededor del cual se reúne una clientela variopinta que canta al ritmo que marca alguno de sus tres pianistas.
El motivo del número 2 en su nombre radica en la existencia de un bar predecesor, el Toni 1, que se encontraba en la no muy lejana calle Lagasca desde 1964 hasta 1983 y que coincidió con su heredero durante los cuatro últimos años de vida. Allí, Antonio Tejero Cadenas ideó un lugar irreverente donde todo cabía, desde conciertos hasta actuaciones de vedettes o bailes con mucha música de los Beatles y compañía.
Ahora es su hijo, Cesar Tejero, el que sigue adelante con el bar. Acercando su propuesta a nuevas generaciones que conviven con los clientes de toda la vida. Alargando veladas que no tienen fin. Trasquilando a personalidades de divismos exhacerbados y escasa educación.
En definitiva, continua aumentando la leyenda de las noches del Toni 2 y por ende la de la noche de Madrid. Esa ciudad donde cuando llegues sabrás que es canela fina y armar la remolina.
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