domingo, 4 de marzo de 2018

LA VUELTA DEL ELECTROCLASH


Hablar de géneros o etiquetas siempre resulta difícil por la injusticia inherente que ello conlleva aunque quienes nos dedicamos a contar cosas nos veamos irremediablemente abocados a ello. Y si concretar o categorizar es complicado siempre, hay terrenos en el que lo difuso y la anomia es tal que la comlejidad raya la imposible. Es el caso del electroclash, ese termino ideado, según la Wikipedia, por Larry Tee a finales de los 90 para definir una música llena de influencias como la electrónica, el punk, el pop y la new wave. Se trata de un estallido irreverente y divertido donde las bases electrónicas acompañan letras acidas y performances con ganas de incomodar y salirse de lo parámetros establecidos. En España, donde las movidas pretéritas de Madrid y Barcelona dejaron un backround considerable, tuvo su punto álgido en los primeros años dos mil. Pero el asunto, en los últimos tiempos, parece que ha renacido con más fuerza que nunca. La crisis económica que evidenció una crisis de valores unido a la aparición de las redes sociales y con ella la consecución del principio warholiano del derecho que todos tenemos a la fama ha provocado una segunda generación de proyectos electroclasher más petarda, más divertida y más hiriente, si cabe. Ojete Calor, Ladilla Rusa, Las Bistecs, los Ganglios, Ultraplayback o ciertos temas de mi querida Yogurinha Borova afilan crítica contra las miserias de una sociedad ensimismada en lo políticamente correcto y el selfie hiperfiltrado. Gracias por hacer que el panorama musical actual rezume frescura.









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