domingo, 18 de marzo de 2018

LOS ADOLESCENTES IGEN Y EL FIN DE LAS DISCOTECAS


Hace unas semanas El País publicaba un artículo donde se abordaba diferentes características de los adolescentes actuales, los que rondan los 15 años, esos que son nativos digitales y que crecieron con un smartphone pegado a su mano. Según el artículo son una generación que salen menos, se drogan menos y tienen una mayor y mejor comunicación con sus padres. Son los hijos perfectos, los hijos únicos hiperprotegidos por unos progenitores que anteponen su propia tranquilidad a la libertad de su escasa prole. Y si hace décadas que las calles se quedaron huérfanas de infantes jugando a su libre albedrío parece que ahora les toca el turno a los jóvenes en eso del gusto por recluirse en casa. Los púberes actuales, cada vez prefieren más encerrarse en sus habitaciones compartiendo likes a estar compartiendo baile en una fiesta. Un dato: en 2002, el 15,9% de los jóvenes españoles reconocía tomar alcohol todas las semanas, doce años después era el 6,5%. El consumo de drogas o el llegar a casa más allá de las 2 de la madrugada también se ha reducido en más de 10 puntos pero hay otros datos y son extremadamente negativos. Diversos científicos alertan que el número de suicidios ha aumentado notablemente, en el caso de las chicas se ha duplicado en los últimos diez años.
A estas alturas no es de extrañar que cada vez haya menos discotecas y bares, los nuevos comportamientos han hecho que el modelo de ocio nocturno haya entrado en crisis y el negocio, ahora mismo, este sustentado por treintañeros con mayor poder adquisitivo y parámetros de relación más tradicionales. Estamos ante un cambio de paradigma y la noche no va a ser excepción. Vamos hacia una sociedad hipertecnológica y deshumanizada, donde la inmediatez, la seguridad y la gratuidad priman. La sociedad donde el contacto real pasa a un segundo plano, donde no se admite la frustración y la imagen es esencial. El individuo hiperconectado desde la soledad de su domicilio, autocercenado en su libertad de movimiento y acción donde los espacios de encuentro real, como las discotecas, no tendrá razón de ser, o quizá se necesiten más que nunca.



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