El éxito de un local o evento depende de varios ingredientes aunque, como es lógico, no existe una receta infalible. Un elemento importante y muchas veces olvidado es tener un buen relaciones públicas y otro, conseguir a alguien que sepa organizar fiestas y eventos sin igual. Si las dos cuestiones, harto complicadas de por si, pueden recaer en la misma persona mejor que mejor y si buscas esa persona en España sólo te puede venir a la cabeza un nombre, Carlos Martorell. Desconocido para la mayoría, goza de alta notoriedad en su ámbito, justo lo que él siempre buscó y posee tras de si una apasionante historia, la de su vida, que da para libro y película o mejor dicho, para unos cuantos títulos. De momento nos podemos acercar a su biografía a través de un documental que resume medio siglo de hasta 8 profesiones distintas. Por eso, un blog como este, dedicado a las pistas de baile y las subculturas, fenómenos y comportamientos asociados a ellas de carácter contracultural o ajenos a las convenciones era obligatorio por mi parte escribir sobre Carlos Martorell.
Medio siglo da para mucho y en la vida de Martorell para muchísimo más, por eso me acercaré a su figura centrándome en su etapa hippie, al menos la iniciática porque él nunca ha dejado de serlo.
Hoy Ibiza es conocida a nivel mundial como la meca de la música electrónica de baile, uno de los centros turísticos más importantes del planeta donde multimillonarios, famosos, famosetes y jóvenes de menor poder adquisitivo recalan cara verano para disfrutar de los mejores DJs, las mejores discotecas y las fiestas más apabullantes. Pocos son los que se paran a ver más allá, a descubrir la belleza y riqueza natural de la isla y conocer cómo empezó todo esto, cómo en un par de décadas una isla perdida, ignorada, autárquica y pobre económicamente se transforma en lo que es hoy. Y este es un punto de enorme importancia para no acabar de esquilmarla y vaciarla de su atractivo originario, el verdadero e identitario.
Pues bien, uno de los artífices de su descubrimiento y promoción, ignoro si a su pesar, fue Carlos Martorell. Proveniente de una familia acomodada de Barcelona, su padre fue un genio de la cirugía cardiovascular y su madre una mujer sofisticada, culta y adelantada a su tiempo. Pero Carlos no sentía que aquel era su sitio y por muchas comodidades que tuviera en casa, él siempre tuvo claro que su mundo era otro, lejos de convencionalismos, formalidades burguesas y normas que dejó de estudiar a pesar de matricularse en la facultad de Derecho. Le habían abierto un camino que no estaba dispuesto a seguir.
Integrado o al menos cercano a la Gauche Divine comenzó a trabajar en la vanguardista discoteca Bocaccio, cuartel general de dicho movimiento barcelonés, como relaciones públicas, un concepto novedoso que él mismo comenzó a innovar. Su primer encargo fue organizar en el año 1967 un viaje a Ibiza, con fiesta en el Lola's incluida, para los más divertidos e inquietos clientes de la sala y fue la primera vez que la Pitiusa salió en prensa, un "weekend de escándalo" o "safari hippie Barcelona-Ibiza" tildaron algunos medios a la exitosa excursión. Un evento en el que la juventud más influyente de Cataluña descubrió aquel tesoro insular para luego volver con asiduidad y a su vez, darlo a conocer a otros.
Para entonces la isla empezaba a estar colonizada por beatniks y aquella nueva tropa de melenudos llegados de medio mundo, muchos de ellos estadounidenses escapando de la guerra de Vietnam, que encajaron a la perfección con la abierta sociedad ibicenca, en su gran mayoría payesa. Una colonia a la que Carlos se unió cuando tenía 23 años y bautizó como The Family, siendo conocido por él aquel entonces como Blue Eye Charlie. Pronto adquirió una casa en Dalt Vila pero los veranos los pasaba en otra ubicada en el municipio llamado, casualmente, San Carlos donde se acercó cada estío, durante más de 30 años. Y en donde lo mejor de la aristocracia europea, el mundo del arte, de la moda o el cine disfrutaban de estancias inolvidables. Una casa sin luz ni agua corriente, Ibiza en estado puro.
En 1973 se produce un punto de inflexión, abre Pachá, precedida por su éxito en Sitges. Era una pequeña discoteca en una casa encalada típica y alejada, en aquel momento, de la ciudad para dar cobijo al mayor número de jóvenes que se instalaban en la isla y a la que todo el mundo le auguró un negro futuro. La fiesta estaba en el puerto y nadie, pensaban, se acercaría hasta allí. Blue Eye Charlie organizó aquella inauguración y ayudó a Ricardo Urgell a echar andar el que luego sería uno de los mayores emporios discotequeros del mundo. También organizó fiestas y aperturas para KU, El Divino, Amnesia y otras salas y locales logrando la internacionalización de la isla.
Y es que Carlos Martorell, incansable viajero, buscador de paraísos y amante fiel de la isla blanca desde que llegó la primera vez a ella, fue el mayor promotor y descubridor de la misma a las "ovejas negras", las descarriadas, las originales, las disidentes, las interesantes, las no aborregadas de una jet set mundial con el único objetivo romántico de compartir aquel tesoro de aguas cristalinas, bellas calas, benévolo clima y gentes libres y acogedoras compuestas de simpáticos indígenas y forasteros que reclamaban paz y amor.
El boca a boca y el efecto llamada no se hizo esperar y con esos mimbres se fue cimentando una industria turística y de ocio que acabó prostituyendo y pervirtiendo a base de dinero la virginidad idílica inicial aunque quiero pensar que sólo en parte y que la tierra de Nunca Jamás, como la llama Carlos, sigue latente y presente para los Peter Pan, que como él, la buscaron en su día.
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