Este miércoles a las 8:15 de la mañana, hora estadounidense, Donald Trump dejaba la Casablanca, rumbo a su nuevo domicilio en Florida. Junto a las imágenes que retransmitieron el momento, llenas de militarismo, banderas patrias y simbología yankie, se escuchó una música seleccionada por el propio mandatario que, lejos de constituir una banda sonora centrada en la pompa y boato, parecía ser la elegida por un DJ de principios de los años 80.
De la mano de Melania, como una pareja de malos, malísimos protagonistas de una serie americana ochentera dejando su trono con formas inapropiadas para su cargo, como un chiste de mal gusto, el matrimonio decía adiós a Washington mientras se escucha Gloria de fondo. La esposa del magnate era el mejor remake de Diana de "V", dando pábulo a quien defiende que en realidad es reptiliana y siendo posible, como la malvada protagonista de la ficción, que su dieta incluya roedores además de los muchos sapos que la hemos visto tragar en los últimos años
Pero volvamos a la música, a esa música popular elegida por Trump para su despedida, más cercana a la parte final de un bodorrio que a un acto solemne de índole global. Y una selección que me sorprendió por la incongruencia respecto a unos valores defendidos por el magnate y sus seguidores. Gloria es un tema de Umberto Tozzi de 1979 que Laura Branigan la convirtió en un éxito mundial en 1982 aunque en EE.UU, los sectores más conservadores la rechazaron por verla como una invasión de sonidos europeos.
Sonó también la maravillosa My Way que hizo popular en todo el planeta Frank Sinatra. Uno de los artistas más importantes del Siglo XX, de vida convulsa, divorciado en varias ocasiones, juerguista, bebedor y mujeriego. Y fervoroso seguidor y defensor del Partido Demócrata.
Y el colmo del disparate fue cuando sonaron los Village People y su YMCA. Una banda que fue denostada en su día por los sectores conservadores estadounidenses al defender con su música e imagen una visión de América multiracial, interclasista y sobre todo, a favor de los derechos igualitarios para el colectivo gay. Y todo bajo el paraguas de la disco music, aborrecida por los mismos que hoy votan a Trump y que odiaban por ser la bailada por los considerados marginales y desechos sociales.
Me deja perplejo y preocupado lo plano del encefalograma de quien sigue a un líder que elige una playlist diametralmente contraria a los principios y propuestas que dice defender. Ver a utraderechistas conspiranoicos bailando YMCA dice mucho de los tiempos que nos están tocando vivir donde la manipulación e ignorancia vacía discursos tradicionales y alimenta a populistas con ansias de poder consumidos por quienes escuchan lo que quieren oír.
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