En la historia de la música de baile, como en cualquier otra historia tenemos una serie de lugares, fechas y protagonistas de referencia, incluso icónicos. Pero cierto es que en todo relato oficial, el sesgo y la simplificación se hacen inevitables a la hora de llegar al conocimiento del mismo por un mayor número de personas, dejando en el olvido elementos y fenómenos interesantes y sorprendentes a quien, como yo, rastrea caminos como el de la historia de la música popular y las discotecas para tener y compartir la visión más completa del asunto. Se trata de tejer una historia de historias que se acerque de la manera más fehaciente a la realidad.
Y en este sentido, el artículo de hoy lo escribo acerca de un capítulo de la disco music relativamente desconocido y excitante, el que hace referencia a la Fire Island. Fire island es una extraña isla de unos 50 kilometros de largo y uno de ancho ubicada junto a Long Island, a unos 80 kilómetros del centro de Nueva York. Su soleado clima en verano, llena de árboles se sasafrás, arena blanca y enormes olas esperando ser surfeadas es lo más parecido al paraíso cerca de la Gran Manzana.
Desde tiempo atrás fue refugio para contrabandistas y piratas pero a partir de las primeras décadas del siglo XX, se convirtió en el hogar de artistas y empresarios del mundo del espectáculo que huían de la ciudad para llevar a cabo una vida bohemia en un lugar virgen, desértico y ajeno a miradas inquisitorias en el que la luz eléctrica no llegó hasta los años 60, para hacernos una idea del entorno del que hablamos. La atmosfera de libertad y el laxo control policial que allí se respiraba fueron atrayendo a cada vez más gente hasta convertir la isla en uno de los lugares de veraneo más populares entre gays y lesbianas. Allí podían pasear tranquilamente de la mano personas del mismo sexo, compartir días de playa, balneario y noches que para el año 1970 eran apoteósicas con la inauguración del club nocturno Ice Palace y las sesiones discotequeras del restaurante Sandpiper, a las que se unió el verano siguiente el Botel Club. Allí, tan cerca y tan lejos a su vez de los rascacielos, cuerpos esculpidos y bronceados al sol bailaban en fiestas temáticas en una libertad plena una música tan erótica y lasciva como energizante.
En 1972 la disco music sonaba con más fuerza que nunca en unas pistas de baile llenas de personas entregadas a la danza en fiestas llenas de exceso, despreocupación y hedonismo, donde su público, entendido como en ningún otro lugar, silbaba y zapateaba cuando el tema que sonaba les apasionaba o dejaban la pista vacía en caso contrario.
Fire Island fue un oasis donde la disco music germinó con más fuerza y rapidez porque su entorno ya era propicio y plenamente identificado con los valores de un movimiento que Nueva York adoptó como suyo sirviéndose de la Isla del Fuego como un espejo donde quería ver reflejada su noche.
De aquella inspiración nacieron clubes como Tenth Floor o Flamingo y un nuevo estilo vibrante y novedoso, la Hi-NRG. Pero eso ya sería otro capítulo de esta maravillosa historia.
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