Se mire como se mire, David Guetta es el rey de la dance music o lo que es lo mismo, la música electrónica de baile. Soy plenamente consciente de que un sector de clubbers lo ha criticado hasta la saciedad, acusándole de traidor e impostor. De venderse a unos sonidos excesivamente comerciales e incluso de no ser un buen discjockey. Y son opiniones entendibles, especialmente desde posiciones puristas. Pero estar en la cresta de la ola con casi 60 años después de décadas de éxito continuado es un enorme logro.
Hace unas pocas semanas lo pude ver en su residencia de los lunes en Ushuaïa, discoteca que no se llenó hasta el momento inminentemente anterior a la aparición del francés en el escenario. Me sorprendió la gran cantidad de espacio que se encontraba libre de personas en el icónico club y la ínfima minoría de asistentes que bailaron durante la tarde con los teloneros en las horas previas a la sesión del deejay.
Eso sí, minutos antes de aparecer en escena Guetta, miles de personas abarrotaban la sala con su móvil en mano para inmortalizar el momento de la entrada de la estrella mientras un avión nos rozaba las cabezas en mitad de la playa d'en bossa. El volumen subió, los efectos visuales se intensificaron y el personal comenzó progresivamente a bailar mientras se olvidaban, a ratos, de su teléfono móvil. La fiesta por fin había llegado.
Los temas, muchos de producción propia, eran coreados y aplaudidos por los allí presentes que, de no haber estado en cartel, ese día a la discoteca le habría sobrado más de la mitad de su aforo. A eso se le llama estar en la cresta de la ola. David Guetta ha sido, para bien o para mal, uno de los artífices de mezclar los parámetros pop con la música electrónica de baile, de elevar el asunto discotequero al mayor de los mainstraim y utilizar una escenografía como la que podría ser empleada por ídolos del pop y el rock. El deejay parisino fue aquella noche en la que me acerqué a Ushuaïa, Día Nacional de Francia, protagonista y estrella rutilante. Una vez más, el sonido pasó a un segundo plano con respecto a la imagen, algo de lo que, hasta el propio David, no creo que se sienta especialmente orgulloso.
A las ovaciones de sus temazos clásicos se les unió la de dos hits revisitados que lo están petando. Por un lado “Forever Young” y por otro “Together” con un discurso previo del deejay más popular de la historia y unas imágenes en los pantallones referenciando una carrera incomparable en la que el público, para él, es lo más importante. Y en ese momento, mientras la canción remezclada de Bonny Tayler sonaba a todo trapo, se recordaban las distintas etapas en la carrera profesional de David Guetta con la proyección sucesiva de fotos y videos en el escenario. Y en ese instante volví a sentir, una vez más, la conexión con este artista, aflorando mi admiración por su inagotable capacidad para reinventarse, para reinventar la escena y para seguir haciendo bailar a miles y miles de personas de, hoy en día, distintas generaciones. David Guetta tiene ese don y lo lleva haciendo desde hace cuatro décadas, llenando espacios en Ibiza, Miami, Tomorrowland y allí donde vaya. Por eso es el rey de la dance music, porque nadie ha logrado algo así en toda su historia.
No hay comentarios:
Publicar un comentario