Andrea Cabeza de Vaca podría ser la protagonista de una película de Hollywood o el eje central de una novela llena de lujo, glamour y brillo pero también repleta de miserias, tristeza e infortunio. Incomprensiblemente desconocidos para la mayoría de ciudadanos, ella desciende de una estirpe de aventureros y multimillonarios aristócratas. Su padre era tataranieto del conquistador de La Florida y ahijado del rey Alfonso XIII. Don Alfonso Antonio Vicente Eduardo Ángel Blas Francisco de Borja Cabeza de Vaca y Leighton, marqués de Portago y conde de La Mejorada fué, además, el padre de Andrea. Un señor con una intensa vida, viajero, deportista, juerguista y mujeriego, muy mujeriego. Su imponente físico le facilitó esta última faceta, siendo una especie de James Dean, que como él murió muy jóven, mientras competía en una carrera de Fórmula 1 al volante de un Ferrari en una tarde de domingo de 1957, tenía 28 años. Andrea perdía a su padre con tan sólo 6 años y su madre la enviaba a un internado de Gran Bretaña, separándola de su hermano Antonio.
Unos años después, ya adolescente, nuestra protagonista se fue a vivir a Nueva York en una época en la que la ciudad bullía. Allí rápidamente formó parta de la alta sociedad y también de su farándula. En los 70 fue una importante modelo y asidua de los divertidos y múltiples locales que engalanaban la legendaria noche neoyorquina. En plena fiebre disco quemó tacón en las pistas de innumerables salas hasta llegar a Studio 54, donde fue la reina. Andy Warhol se fijó rápidamente en ella y la introdujo en su Factory como una de sus musas. La marquesa de Portago apareció en la revista Interview, la publicación que adelantó sus planes de boda con MIck Flick, el heredero de Mercedes-Benz. Además, dicen que Andrea podría haber sido esencial para aquel memorable viaje de Andy a Madrid en 1983, cuando la Movida, en su versión más paleta, necesitaba de su bendición.
Con el tiempo, Andrea de Portago se convirtió en una fotógrafo de culto y parte de una leyenda, la de Studio 54.
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