Este fin de semana he aprovechado para leer Anoche un DJ me salvó la vida, en concreto la última edición que se publicó hace unos meses en castellano a cargo de Juan Viñuales y que ha sido traducida por Alejandro Álvarez. La obra se publicó por vez primera en el año 1999 y con ella, sus autores, Frank Broughton y Bill Brewster, quisieron rendir cuentas con la todavía denostada o como mínimo, mirada de reojo, música electrónica de baile. Para ello llevaron a cabo una tarea monumental para contar de manera global y completa, al menos en lo cronológico, no tanto en lo geográfico, la historia de las pistas de baile, el clubbing y los que han sido sus verdaderos artífices, los DJs.
La "brevisima historia", como ellos subtitulan, cuenta con 813 páginas que son muy fáciles de leer y comienzan con el nombre de Reginald A. Fessenden al que consideran el primer discjockey, o al menos protodiscjockey. El título de pionero le viene dado porque fue él quien realizó la primera transmisión por radio de señales sin encriptar, música y voz. Desde la Nochebuena de principios de siglo en la que se produce tan magno como inadvertido suceso hasta el año 2006 el libro recoge un siglo lleno de creatividad con nombres propios como David Mancuso, Frankie Knuckles, Larry Levan y un largo etcétera de nombres y figuras englobadas en escenas como la disco, house, acid, garage...
El libro cuenta con un índice analítico y otro de clubs muy valioso, en especial para los que nos dedicamos a estudiar, explicar y describir los embrollos discotequeros. Y sobre todo es una obra poseedora del espíritu, del alma , del duende, del Jack, de ese sentir que me hace respetar y admirar tanto a estos artistas y no es otra cosa que la emoción que nos provocan en sus sesiones, haciéndonos bailar encima de una pista y salvándonos la vida alguna que otra noche.
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