domingo, 6 de septiembre de 2015
IBIZA PIERDE SU ESENCIA
Este verano pasé unos días en Ibiza y comprobé como su noche o al menos el circuito de las grandes discotecas que eleva la isla al Olimpo de la música de baile universal se aleja de la esencia y filosofía que hicieron famosa a la Pitiusa. En su puerto, donde antaño llegaban hippies con sus macutos y canutos para hacer el amor libre, comunas donde ignorar el origen de las personas y desarrollar un movimiento contracultural hoy, paradojicamente, atracan los yates más lujosos. Salas VIP, fiestas VIP, pases VIP, cintas y gorilas que separan a personas y clubbers, antaño unidos por la música bajo una misma bola de espejos.
Es la negación de los pilares de cultura de club, la prostitución a gran escala y la industrialización del flower power y el romanticismo que emanan de tan bello lugar. Si te quieres sentir especial en Ibiza tienes que tener un pozo petrolífero, el linaje de una familia de la alta aristocracia o un balón de oro. De lo contrario vas a ser un borrego más de un rebaño al que hay que exprimir al máximo. Las grandes fiestas son para 2000, 3000, 5000, 6000 personas y allí te tocará esperar colas interminables y un trato igual de bueno que el que recibe una vaca de su pastor.
Entradas entre 50 y 100 euros, cubatas entre 15 y 20 servidos en vaso de tubo y botellines de agua a 8 euros de nada, mientras bailas entre gente sacando selfies como el que está ante las piramides de Egipto o la Alhambra de Granada. Y ni se te ocurra beber agua del grifo de la disco, del hotel o de la casa de tu amigo, no es potable. Pura fiesta adulterada al servicio del capitalismo. La espontaneidad brilla por su ausencia, los desnudos son de mentira, pagados por la sala y la silicona y los cuerpos ciclados abundan en un clonismo absurdo y ajeno a la cultura original ibicenca.
La imagen y el marketing le han ganado la batalla a la música y las "mejores fiestas" te ofrecen "temazos" como Bailando el limbo mientras la gente sigue quemando sus móviles a razón de foto por segundo y posterior subida a sus redes sociales. Puro postureo.
Gurús de Ibiza como Carl Cox y Ricardo Urguell han dado la voz de alarma, la cosa parece que se les puede estar yendo de las manos y que el saco, al final, se rompa por tanta avaricia.
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