Acabo de leer un libro que me ha flipado, Macarras Interseculares tiene por título y lo firma Iñaki Domínguez. EL autor deconstruye la imagen pomposa y capitalina de Madrid, por si hay alguien que la tenga, a través de las vidas de sus macarras más insignes. Esos populares personajes que desgastan calle como nadie, vividores castizos con valores y códigos propios, libres de convencionalismos y ambulantes empedernidos en los márgenes de una sociedad que les teme e idolatra a partes iguales.
Se trata de una figura con la que enormemente identificado me siento, al convivir con ellos desde bien pequeño en la barriada de mi Bilbao natal, y que recuerdo con cierto romanticismo pero escasa nostalgia. Eran tiempos duros para callejeros como yo que han visto como el asunto macarril se ha ido diluyendo en los últimos tiempos por feo y rudo en una sociedad que da la espalda a bellezas no normativas e historias de personas tan auténticas y reales que no tienen cabida en lo falso y aterciopelado que resulta el mundo actual.
Pero volvamos a Madrid, a ese pueblo inmenso donde las ovejas pastaban hasta, como quien dice, antes de ayer en lo que hoy se considera el centro de la Villa. En sus calles y descampados, durante la segunda mitad del siglo XX, se forjaron las leyendas de unos rufianes que han permanecido en el imaginario colectivo para generaciones enteras y a riesgo de quedar diluidas en el olvido, el autor ha logrado recogerlas en un volumen que logra inmortalizar las peripecias de quienes siguieron un modus vivendi propio, mayoritariamente masculino y suburbial. En esas barriadas y chaboladas entre lo urbano y lo rural surgieron los macarras más famosos, aquellos difíciles de encajar en una determinada categoría, y en la que caben todo tipo de perfiles, incluidos pijos descarriados con alma de barriobajeros. Y es que a lo macarra se llega por innumerables vías y sus filas las engrosan pandilleros juveniles, toxicomanos, kinkalleros, delicuentes, buscavidas, y un sinfín de fauna que es indispensable para entender la vida cotidiana en la España tardo-franquista y las dos primeras décadas de régimen democrático.
Sin tabúes, ni medias tintas, sin estereotipos, ni idolatrías, el autor documenta un recorrido por la marginalidad madrileña, caldo de cultivo y hábitat del macarra intersecular, en un texto tan interesante y adictivo, como necesario para entender y conocer una sociedad y unos tiempos. Un libro cuya lectura ha sido de lo mejorcito que ha llegado a mis manos en los últimos meses.