domingo, 28 de marzo de 2021

LA LIBERTAD ZAZÚ EN EL PARÍS DE LOS AÑOS 40



En un artículo escrito hace meses explicaba, a grandes rasgos, un movimiento juvenil de corte anglófilo surgido en la Alemania nazi denominado swing kids. La evolución natural de este colectivo en la vecina Francia fue, por sus propios miembros, autodenominados zazús, zazous en lengua gala. No fueron muchos, probablemente unos cuantos miles, concentrados la mayoría en París y como sus hermanos mayores germanos, fuertemente reprimidos por las autoridades gubernamentales. Fácilmente identificables por sus estilismos rupturistas en un país bajo el régimen pro-nazi de Vichy. Ellos vestían amplias chaquetas de cuadros, corbatas estrechas, pelo más largo de lo moralmente permitido, pantalones prietos y zapatos de ante con suela gruesa. Ellas lucían chaquetas de grandes hombreras, faltas cortas y plisadas, prendas ceñidas y largos cabellos rizados o trenzados. Unos y otras estaban igualmente enamorados del jazz y bailaban swing y bepop como si no hubiera un mañana. Su rebeldía y "pintas" se podían ver en la terraza del café Pam Pam y en el Boulevard de Saint-Michel. Dicen que su nombre puede venir del tema "Zah Zuh Zah" de Cab Calloway o de "Je suis Swing" de Johny Hess. Eran jóvenes nihilistas que se arriesgaban a ser víctimas de frecuentes palizas y habituales detenciones por parte de una policía autoritaria que no admitía comportamientos disidentes del pensamiento único y reprimía conductas tan divertidas como llevar gafas de sol de noche o paraguas cerrados en mitad de un aguacero. La Juventud Popular Francesa también fue incisiva a la hora de reprimir el baile y colorido de los zazús a base de palizas y constantes agresiones. Pero la persecución fascista no fue óbice para que también fueran rechazados por la Resistencia que les veía traidores pasotas por su militancia en el pacifismo. Los zazús fueron los incomprendidos de su tiempo o a los que su tiempo no llegó a comprender, por el mero hecho de ser diferentes, por rechazar contiendas e ideologías políticas mientras bailaban en locales clandestinos esa música con ecos de libertad. Zah, zuh, zah!!!!!!!



sábado, 20 de marzo de 2021

PINGÜISTAR LANZA SU NUEVO SINGLE, "SERPIENTES"


Lo ha vuelto a hacer una vez más y es que Pingüistar no para de crear por mucha pandemia que haya ahí fuera. El bilbaino retoma la senda del trabajo y nos regala un nuevo single titulado
Serpientes, que constituye el adelanto de lo que será el lanzamiento de su nuevo disco, del que según afirma en redes se siente muy tranquilo y orgulloso. Y es que el listón lo había dejado muy alto con el enorme éxito cosechado por su anterior álbum, "Discovery". Ahora vuelve a la carga con un temazo electropop imposible de escuchar sin que te entren ganas de echarte a la pista de baile y una letra que ya podemos definir como "made in Pingüistar", marca de la casa.
Sabiendo de la importancia que da a la imagen de sus trabajos y el mimo que pone en todos sus proyectos, esperemos que pronto nos presente un videoclip que acompañe a Serpientes y esa portada del disco en ciernes. Por lo pronto, este sábado 27 de marzo puedes disfrutar de su directo en Bilbao, en un live gamberro y divertido y para el que quedan poquísimas entradas. Todo un planazo de tardeo.

martes, 16 de marzo de 2021

LA FIESTA DEL CASCO VIEJO DE BILBAO EN LOS 90

 Darse una vuelta por el Casco Viejo de Bilbao es corroborar la imagen de una ciudad sin noche, diseñada para la foto, para el aburguesamiento y la autocomplacencia. El verdadero no future! que los punks gritaban en el pasado es este presente lleno de sopor y aburrimiento en las calles de la Villa.

Resultaba impactante ver un sábado del 2019, todavía sin COVID, las callejuelas de lo antiguo y recordar el hervidero de vida que fueron. En los años 90, cuando comencé a bajar de fiesta al casco, la zona había evolucionado hacia cierto eclecticismo en lo que por allí se movía, si bien es cierto que el rock radikal y el punk, que habían tenido como epicentro el gaztetxe, todavía tenían teniendo gran influencia. 

Al bajar desde Santutxu por la cuesta de Iturribide ya te dabas cuenta del jaleo al que te aproximabas cuando podías comprobar como los jóvenes llenaban un buen número de bares en donde jugar los kinitos desde primeras horas de la tarde era de lo más habitual. En la parte baja de la calle, en la curva, se agolpaban varios bares de corte heavy y rock duro donde algún que otro punk con cresta y tachuelas se dejaba caer. 

La plaza Unamuno era el lugar de quedar para tomar rumbo con la cuadrilla hacia el lugar elegido. Una plaza en la que todavía no existía el metro y sí la primera tienda de Zara en Bilbao, que ya pasó a la historia.

Desde allí los planes podrían ser innumerables. Pasarse por el abarrotado y legendario, para toda una generación, bar Cantábrico era una de ellas. Barrenkale y Barrenkale Barrena, para las 21.00 de la noche estaban atestadas de jóvenes con mucho pijito de indautxu con harapas de marca haciéndose pasar por grunge o borroka o chavales de barrio con ganas de jarana. Tal era el gentío que si querías pasar al otro lado era mejor hacerlo por las calles adyacentes y es que atravesar aquella muchedumbre era, en mas de una ocasión, imposible. El Surtidor, el Consorcio, el Santuario, Txirrindu, Bizitza... eran algunos de los bares. 

Otro elemento de aquellas locas noches era cuando, en ocasiones, había manifestaciones de batasunos donde las piedras, baldosines y cocteles molotov volaban sin compasión y la ertzaintza entraba a todo trapo para reprimir las algaradas. En ese instante quedábamos encerrados en el pub de turno con la persiana bajada mientras el ruido de los pelotazos de goma contra la persiana se entremezclaban con la música del garito. 

Al acabar podríamos ir al Soiz a que nos sirvieran un machacado agitado con el mismo trapo que limpiaba la barra mientras veíamos arder un contenedor en llamas.

Podrían ser ya las 5 de la mañana y todo seguía abierto, irse a casa era una opción que nunca se tenía en cuenta porque la noche era eterna o eso pensábamos.

Tomarse un machacado con vistas a contenedor quemado era habitual en el Bilbao de los 90

martes, 9 de marzo de 2021

ABRE SHOCK BILBAO


 
En tiempos de pandemia y malas noticias todavía quedan valientes que se atreven a darle un punto de color a la vida y por eso es noticia en Bilbao la apertura de un nuevo local de ocio en el centro de la ciudad. La propuesta, de la que espero disfrutar en breve para poder contaros, tiene una declaración de intenciones tan sólo viendo su página web. Con una decoración colorista en un rosa animoso que inunda de buen rollo la sala y el propio nombre shock, los responsables lo definen como un nuevo concepto de ocio en la capital vizcaína. 

Tres van a ser los elementos que pretenden combinar para conseguir el éxito del público: una oferta gastronómica de calidad, ricos cocktails y selección musical. Un modelo que triunfa en otras ciudades y ahora podremos disfrutar en Bilbao.

Cuando las plazas, el comercio y los bares cierran en un dramático goteo dejando nuestras calles desiertas es necesario apoyar y agradecer quien sigue apostando por propuestas que mantengan el pulso en la ciudad. Por eso desde la Ruta, quiero darles la bienvenida y les seguiré la pista a través de su web y redes sociales: shockbilbao.com




viernes, 5 de marzo de 2021

CONFESIONES DE UN DEEJAY POR JULIUS MC

Es difícil encontrar publicaciones escritas en castellano relacionadas con el mundo del clubbing y las pistas de baile, por eso cuando me enteré de la publicación de Confesiones de un Deejay escrito por Julio Vila Albert, me hice con un ejemplar en cuanto pude. Y es que su autor, más conocido por su labor en las cabinas como Julius MC, fue uno de los DJs que más seguí en mi época juvenil y gracias al cual disfruté de noches de baile mágicas en la Non Stop de Lemoa y en alguna sesión en otras salas de la época.

El libro es muy fácil de leer y aunque biográfico contiene elementos de ficción que lo hacen todavía más interesante. La juventud actual está acostumbrada a viajar para disfrutar de los festivales y salas más punteras del planeta donde poder bailar a sus discjockeys preferidos. Pero aunque parezca lo contrario, hubo una época donde nuestros DJs preferidos del eran chavales como nosotros, de nuestra misma edad nacidos en la misma ciudad siendo más fácil la conexión ya que compartíamos referentes, experiencias e inquietudes, haciendo sus sets mucho más cercanos y con identidad propia. Un alto porcentaje del número de asistentes a una sala correspondía a la persona que ostentaba la residencia en la cabina y aunque había fiestas con deejays invitados, todo era más auténtico, más original. La globalización, lejos de acercarnos a la diversidad, está uniformando el mundo. Y si pasear por la calle más comercial de cualquier gran ciudad es un corta y pega continuo, lo mismo ocurre con las discotecas, cada vez son menos y las que resisten ofrecen espectáculos uniformes donde la idiosincrasia de la sala se diluye en marketing universal. De ahí la importancia de este relato, contado de primera mano por uno de los discjockeys con mayor éxito en la segunda mitad de los años 90, o lo que es lo mismo, la auténtica época dorada de las macrodiscotecas y los  últimos clubbers en vivir la noche de una manera distinta, la ajena a redes sociales e Internet.

Julius MC, al que tantos y tantos fines de semana pude disfrutar alcanzó su sueño de estar en la élite de los discjockeys pero siempre lo hizo desde su carácter reservado, sensible y melómano. Él estuvo en las cabinas más populares, con los discjocjeys de mayor éxito, programas de TV y recopilatorios multiventas. Él desarrolló su faceta desde el meollo de una generación de discjockeys que abrieron paso a otros siendo estrellas para su público, ese que estaba constituido por la más inquieta juventud del momento que abandonó el rock para bailar como si no hubiera un mañana esa música machacona y futurista. En su libro no deja ningún tema en la gatera y aborda el lado menos fluorescente de la industria del entretenimiento, las envidias entre profesionales, la avaricia o las drogas son asuntos que trata desde la naturalidad de quien los ha vivido en primera persona. Un libro que ya está en mi biblioteca como documento imprescindible para entender una época y un lugar en el mundo de las discotecas.



martes, 2 de marzo de 2021

¿SON C. TANGANA Y RAMONCÍN LA MISMA PERSONA?

Estos últimos días no se deja de hablar, escribir y tuitear acerca del último álbum lanzado por C. Tangana, ese que ha reventado plataformas como Spotify. Yo en este artículo no voy a disertar sobre su música, ya hay quien entiende mucho más de eso. Yo lo voy a hacer sobre el personaje, que es en realidad lo que me fascina del ahora llamado "El Madrileño" y voy a ir un paso más allá para hacerlo, quiero buscar referentes y coordenadas para ubicar el fenómeno de Pucho. Se que las comparaciones son odiosas y que no me gusta poner etiquetas pero en esto de describir realidades es necesario para delimitar. Ayer, Víctor Lenore, hacia lo propio en este artículo comparando al señor Tangana con Alaska. Yo sacaré otro nombre a la palestra, Ramoncín. Sí, para mi el Rey del pollo frito es a los 80 lo que Tangana a los 20. Lo es tanto, tanto que raya lo biológico y es que con ese parecido físico quién no diría que C. Tangana sea en realidad Ramoncín, que lejos de envejecer, como Jordi Hurtado, rejuvenece por arte del trap.

Con este artículo, además, traigo bajo el brazo la defensa de eso que se viene a llamar música urbana o lo que quiera que eso signifique a día de hoy. Para legos en la materia es la movida que se lleva ahora en gran parte de la juventud inquieta a base de música trap, hip-hop o reggaeton con pose chulesca y rebelde, chandalismo y oro, mucho oro. El caso es que algunos de los viejos rockeros, que ya se sabe que nunca mueren, palidecen atónitos ante usos y costumbres de una nueva generación, que a mi entender, poco dista de lo que se hacía cuarenta años atrás a orillas del Manzanares.

Por aquel entonces José Ramón Julio Márquez, de carácter rebelde e inteligente abrió el mundo del rock y el punk a las grandes masas. Tal y como hoy lo hace Antón Álvarez con las nuevas corrientes musicales, en su caso, muy entroncadas con los sonidos más tradicionales de los barrios. Ambos, precisamente, pregonan su orgullo de barrio allá donde vayan y su amor por la ciudad de Madrid, tanto que Tangana se ha rebautizado como "El Madrileño", ahí queda eso.

Ellos, que repito, en realidad puede ser la misma persona tienen pose de malotes y han sido protagonistas de alguna que otra polémica, por algo son el Tangana y el Rey del Pollo Frito. Su aspecto de no haber desayunado bien y pose chulesca son un calco por mucho que hayan pasado 40 años. Esa caidita de ojos con la boca medioabierta, perdonando la vida de quien se encuentra a su paso, son tan miméticas como exitosas ante su público.

Incluso políticamente se han postulado en posiciones parecidas, al lado izquierdo del arco ideológico, pese a que, en ocasiones, sectores de ese mismo espectro son los que más han arreciado contra ellos tildándoles de capitalistas, machistas e incluso fachas. A ellos les ha venido bien, con la polémica juegan en campo propio y se manejan como ningún otro artista, saliendo airosos y fortalecidos. Su imagen de chico malo de barriada es consustancial a la pelea y en la lucha ellos son como una especie de Robin Hood, donde, como digo, acaban protagonizando el papel de bueno. 

Su afición por el boxeo y la adoración por lo castizo les hacen parecer aún más la misma persona.

Incomprendidos por sus mayores en cuanto a su música, basura para muchos que peinan canas, ambos consiguieron con ella el éxito y reconocimiento del público, innovando y apostando por trabajos valientes y atrevidos. Por eso, pese a quien le pese, Tangana es el Ramoncín del siglo XXI o viceversa, porque el rock de ahora se llama música urbana y sus miradas caídas son tan idénticas como la actitud de quien ve a través de ellas.