miércoles, 20 de marzo de 2019

THE HACIENDA, CÓMO NO DIRIGIR UN CLUB

Bajo el mismo título que el de este post, la editorial Contra acaba de publicar hace escasas semanas la edición en español del libro donde Peter Hook cuenta la delirante historia de uno de los clubs de música de baile  más importantes de todos los tiempos. El integrante de New Order explica como sus compañeros de banda y su manager Rob Gretton se embarcaron en la empresa más hilarante y despropositada de su vida, donde perdieron millones de libras pero lograron ser artífices de una discoteca legendaria y un fenómeno de embergadura mundial y que se conoció como Madchester. 
Los herederos de Joy Division flipaban en sus giras norteamericanas con la escena clubbing neoyorquina y deseosos de fiesta y música replicaron algo parecido en una vieja nave de su Manchester natal. El negocio nunca fue tal y el romanticismo de sus promotores propiciaron que la aventura se prolongará 15 años impulsando la escena acid house de Gran Bretaña y la cultura del DJ. 
Todo acabó degradándose con la llegada de elementos externos a la movida inicial, especialmente con las mafias y pandillas que instauraron formas criminales y una oleada de violencia sin precedentes. Las autoridades, las nuevas tendencias y sobre todo y ante todo, las deudas, acabaron con una sala que permanecerá en el recuerdo colectivo de todos los que amamos la cultura de club.
El libro rebosa datos y anécdotas que enriquecen su lectura, se nota que se escribe desde dentro y provoca que hoy en día ya conforme parte de un legado que hará imborrable el recuerdo de un lugar cuyo objetivo fue construir, volver a construir algo para acabar con el aburrimiento y regresar a la hacienda.


martes, 19 de marzo de 2019

UNA NOCHE EN EL BAR EKIA

Hoy os traigo uno de esos lugares donde el tiempo se detiene y los minutos no parecen transcurrir. Roma puede arder ahí fuera pero en el interior del Ekia, un sábado noche, nada nos lo va a fastidiar. El bar algorteño es punto de reunión para gentes diversas pero afines en eso de charlar, reír, beber y, por qué no, bailar. Allí la música es de un eclecticismo radical, desde los Beatles, los Rolling o Loquillo hasta Raffaella Carrá, Fangoria o un temazo de eurodance noventero.Y si nos ponemos actuales, también se pincha sonidos electrolatinos, porque es la clientela quien conforma la playlist a base de ir pidiendo hitazo tras hitazo. En esto, subida de volumen y hay quien mueve el esqueleto como si no hubiera un mañana. 
Mientras en la barra se sirven ricos combinados, torres hechas con vasos de zuritos, tertulia y ocurrencias varias, Aritz, el ideólogo de tal disparate, ofrece salsas ultrapicantes o chupitos de Pitufo, según tenga la noche.
La pequeña taberna tiene ese duende de los lugares especiales, que te atrapan y en el que tan pronto ves un Freddy Mercury en fiestas de Carnaval dándolo todo encima de la mesa como puedes rememorar una sesión del Gwendoline sin más recursos que unos globos y una cabina hecha a base de cartón. Y es que lo esencial, indescriptible e intangible, lo tiene. 
Es ya tarde pero nadie quiere irse, suena Flying Free, se pide otra ronda y continuamos. En el exterior es ya noche cerrada y el mundo puede acabar, a nosotros nos da igual, nos pillará bailando en un lugar con tanta luz propia que parece estar amaneciendo.