domingo, 26 de abril de 2020

CARLOS MARTORELL, EL POLIFACÉTICO DESCUBRIDOR DE IBIZA



El éxito de un local o evento depende de varios ingredientes aunque, como es lógico, no existe una receta infalible. Un elemento importante y muchas veces olvidado es tener un buen relaciones públicas y otro, conseguir a alguien que sepa organizar fiestas y eventos sin igual. Si las dos cuestiones, harto complicadas de por si, pueden recaer en la misma persona mejor que mejor y si buscas esa persona en España sólo te puede venir a la cabeza un nombre, Carlos Martorell. Desconocido para la mayoría, goza de alta notoriedad en su ámbito, justo lo que él siempre buscó y posee tras de si una apasionante historia, la de su vida, que da para libro y película o mejor dicho, para unos cuantos títulos. De momento nos podemos acercar a su biografía a través de un documental que resume  medio siglo de hasta 8 profesiones distintas. Por eso, un blog como este, dedicado a las pistas de baile y las subculturas, fenómenos y comportamientos asociados a ellas de carácter contracultural o ajenos a las convenciones era obligatorio por mi parte escribir sobre Carlos Martorell.
Medio siglo da para mucho y en la vida de Martorell para muchísimo más, por eso me acercaré a su figura centrándome en su etapa hippie, al menos la iniciática porque él nunca ha dejado de serlo.
Hoy Ibiza es conocida a nivel mundial como la meca de la música electrónica de baile, uno de los centros turísticos más importantes del planeta donde multimillonarios, famosos, famosetes y jóvenes de menor poder adquisitivo recalan cara verano para disfrutar de los mejores DJs, las mejores discotecas y las fiestas más apabullantes. Pocos son los que se paran a ver más allá, a descubrir la belleza y riqueza natural de la isla y conocer cómo empezó todo esto, cómo en un par de décadas una isla perdida, ignorada, autárquica y pobre económicamente se transforma en lo que es hoy. Y este es un punto de enorme importancia para no acabar de esquilmarla y vaciarla de su atractivo originario, el verdadero e identitario.
Pues bien, uno de los artífices de su descubrimiento y promoción, ignoro si a su pesar, fue Carlos Martorell. Proveniente de una familia acomodada de Barcelona, su padre fue un genio de la cirugía cardiovascular y su madre una mujer sofisticada, culta y adelantada a su tiempo. Pero Carlos no sentía que aquel era su sitio y por muchas comodidades que tuviera en casa, él siempre tuvo claro que su mundo era otro, lejos de convencionalismos, formalidades burguesas y normas que dejó de estudiar a pesar de matricularse en la facultad de Derecho. Le habían abierto un camino que no estaba dispuesto a seguir. 
Integrado o al menos cercano a la Gauche Divine comenzó a trabajar en la vanguardista discoteca Bocaccio, cuartel general de dicho movimiento barcelonés, como relaciones públicas, un concepto novedoso que él mismo comenzó a innovar. Su primer encargo fue organizar en el año 1967 un viaje a Ibiza, con fiesta en el Lola's incluida, para los más divertidos e inquietos clientes de la sala y fue la primera vez que la Pitiusa salió en prensa, un "weekend de escándalo" o "safari hippie Barcelona-Ibiza" tildaron algunos medios a la exitosa excursión. Un evento en el que la juventud más influyente de Cataluña descubrió aquel tesoro insular para luego volver con asiduidad y a su vez, darlo a conocer a otros.
Para entonces la isla empezaba a estar colonizada por beatniks y aquella nueva tropa de melenudos llegados de medio mundo, muchos de ellos estadounidenses escapando de la guerra de Vietnam, que encajaron a la perfección con la abierta sociedad ibicenca, en su gran mayoría payesa. Una colonia a la que Carlos se unió cuando tenía 23 años y bautizó como The Family, siendo conocido por él aquel entonces como Blue Eye Charlie. Pronto adquirió una casa en Dalt Vila pero los veranos los pasaba en otra ubicada en el municipio llamado, casualmente, San Carlos donde se acercó cada estío, durante más de 30 años. Y en donde lo mejor de la aristocracia europea, el mundo del arte, de la moda o el cine disfrutaban de estancias inolvidables. Una casa sin luz ni agua corriente, Ibiza en estado puro. 
En 1973 se produce un punto de inflexión, abre Pachá, precedida por su éxito en Sitges. Era una pequeña discoteca en una casa encalada típica y alejada, en aquel momento, de la ciudad para dar cobijo al mayor número de jóvenes que se instalaban en la isla y a la que todo el mundo le auguró un negro futuro. La fiesta estaba en el puerto y nadie, pensaban, se acercaría hasta allí. Blue Eye Charlie organizó aquella inauguración y ayudó a Ricardo Urgell a echar andar el que luego sería uno de los mayores emporios discotequeros del mundo. También organizó fiestas y aperturas para KU, El Divino, Amnesia y otras salas y locales logrando la internacionalización de la isla.
Y es que Carlos Martorell, incansable viajero, buscador de paraísos y amante fiel de la isla blanca desde que llegó la primera vez a ella, fue el mayor promotor y descubridor de la misma a las "ovejas negras", las descarriadas, las originales, las disidentes, las interesantes, las no aborregadas de una jet set mundial con el único objetivo romántico de compartir aquel tesoro de aguas cristalinas, bellas calas, benévolo clima y gentes libres y acogedoras compuestas de simpáticos indígenas y forasteros que reclamaban paz y amor. 
El boca a boca y el efecto llamada no se hizo esperar y con esos mimbres se fue cimentando una industria turística y de ocio que acabó prostituyendo y pervirtiendo a base de dinero la virginidad idílica inicial aunque quiero pensar que sólo en parte y que la tierra de Nunca Jamás, como la llama Carlos, sigue latente y presente para los Peter Pan, que como él, la buscaron en su día.



domingo, 19 de abril de 2020

SI LLEGA EL FIN DEL MUNDO, QUE NOS PILLE BAILANDO


Mañana iniciamos una nueva semana de confinamiento, sin saber ya, sinceramente, cuantas llevamos. Ayer el presidente del Gobierno nos comunicó, visiblemente nervioso y sudoroso, con una imagen que me recordó a espejos de afters a mediodía, que la cosa se alargaba dos semanas más y que la vuelta será progresiva y, desde luego, no al mundo que conocíamos antes de encerrarnos. 
Parece que el regreso a la normalidad será a una normalidad diferente, mejor haber dicho que nos espera una vuelta a la anormalidad aunque insuflar más inquietud pueda resultar contraproducente. Y me preocupo. Me preocupo porque tenemos que ser vigilantes ante quienes pueden utilizar la solidaridad y responsabilidad colectiva como instrumento de control social. Y me preocupo porque la cultura y el arte, alma de una sociedad, serán los últimos en abrir sus espacios. Los bares, los teatros, los escenarios, las pistas de baile se encuentran al final de la lista. Son tiempos donde la seguridad, ahora más que nunca, sin contestación, atenazados por el miedo, se antepone a la libertad. Son tiempos donde salir a tomar una copa, bailar en una discoteca y callejear serán cosas del pasado. De un pasado dolorosamente cercano, que nos servirá de permanente referencia para recordarnos lo que perdimos. 
La obra de Sabina, maestro de la bohemia castiza, se ha vuelto profética en estos tiempos de catastrofismo, consparanoia y desinformación. Y así, tal y como escribe en sus canciones parece que nos han robado el mes de abril, también alguno más. En total serán 60 días y 500 noches. Hoy no hay nadie detrás de la barra y cuando vuelva igual me encuentro una sucursal de un banco, eso sí, no del Hispanoamericano. Hoy las casas son oficinas y vivimos una cura de humildad. Y aunque ahora tengamos la frente marchita, nos sobran los motivos para luchar. Nuestras calles producen melancolía y sin embargo los balcones bullen a las ocho de cada día. Tenemos que componer la canción más hermosa del mundo, la de superar esta crisis en todos los confines, incluidos los más castigados, pongamos que hablo de Madrid. Y lo más importante, recuperar nuestra libertad y sus espacios para que si alguna vez llegué el fin del mundo nos pille bailando.



viernes, 17 de abril de 2020

EL VIDEO QUE TODO LO CAMBIÓ



En todo fenómeno social existen unos lugares, unas fechas y ciertos elementos necesarios para su comprensión. Son hitos que provocan mutaciones en la historia del mismo y a posteriori nos sirven para que podamos entender o argumentar los motivos que provocaron la evolución del asunto estudiado.
En la Ruta del Bacalao, el hito que marca el comienzo del fin es, sin duda alguna, el reportaje que emitió Canal+ bajo el título "Hasta que el cuerpo aguante". Un trabajo emitido antes del verano de 1993 en el programa "24 Horas" que presentaba Carles Francino. En aquel momento España vivía una dura resaca después de la fiesta nacional que había supuesto los Juegos Olímpicos de Barcelona y la Expo de Sevilla. La crisis económica, los casos de corrupción o la guerra sucia contra ETA copaban portadas en una España decadente donde las cloacas del Estado empezaron a no poder contener tanto detritus y putrefacción. 
Los nuevos medios de comunicación surgidos a principios de los 90 no cesaban de sacar a la luz escándalos y en muchos casos, se abrazó un sensacionalismo que tiño de amarillo una década entera. El fenómeno bacalao no escapó a dicha tendencia y desde televisiones a periódicos, se le apaleó y denigró hasta provocar una fuerte alarma social que empujó a las autoridades políticas y policiales a ejecutar una brutal persecución que acabó por aniquilar la Ruta para el año 1996 aproximadamente.
Voviendo a 1993, era un secreto a voces que en Valencia existía un circuito de discotecas desde hacía más de una década donde se pinchaba la música más vanguardista y ecléctica del momento. Donde la gente más moderna de media Europa suspiraba por acercarse a bailar un fin de semana y dejarse llevar por la libertad de un fenómeno que comenzaba a ser muy popular pero se mantenía camuflado en el underground, ajeno a las miradas inquisidoras. Al menos a nivel nacional. 
Con la emisión del reportaje en 1993, el escándalo saltó a la luz pública y el desfase se evidenció sacándolo a la palestra nacional. Sobre todo interesó eso, el desfase. Gente cuanto más joven mejor, en estados alterados, eufóricos o agotados por un consumo exacerbado de drogas y alcohol. Y sí, mezclado con viajes en carretera de manera continua. Que era algo habitual y cierto, sí. Que fue tratado de manera sesgada también. Porque la Ruta era eso pero también era vanguardia musical, conexión con la moda, propuestas visuales y teatrales. Escuchar Bauhaus o The Cult en un pueblo de la Albufera por gentes de toda clase y condición también era el movimiento rutero pero eso no era tan consumido por la audiencia.
Hay hienas y buitres que llegaron a vincular la Ruta Destroy con el crimen de las niñas de Alcasser, que fueron secuestradas cuando hacían autostop para ir a una fiesta organizada por su instituto en una discoteca de Picassent. Un suceso que conmocionó al país y fue tratado de una manera sucia y deleznable por los medios de comunicación. 
El movimiento destroy llevaba más de una década de juerga ininterrumpida y en aquellos momentos estaba en una fase de transición. La electrónica de corte industrial se iba haciendo con la hegemonía en los altavoces, se empezó a consumir más speed y éxtasis, los asiduos a las discotecas eran cada vez más y lo hacían por entender que era algo que estaba de moda y no por cuestiones artísticas. Con el documental, amplios sectores de la sociedad empezaron a repudiar lo que sucedía en Valencia pero la juventud, ávida de juerga y desenfreno, acudió en masa. En ese instante el bacalao se comercializó, se quedó vacío de contenido, se degradó. Mascachapas y garrulos inundan la pista de baile, la música se acelera, la droga es un fin y no un medio, comienza a enrarecerse el ambiente y todo retroalimenta el discurso de la criminalización desde el otro lado de la barricada.
Años después y con el fenómeno destroy superado, el video se sube a Youtube, la Ruta vuelve a recuperar interés y hay quien comienza a plantearse que el tratamiento que se dio al asunto en su día no fuese el más acertado. Sin entender muy bien el motivo, Youtube lo elimina en varias ocasiones pero se vuelve a subir a la Red otras tantas por personas que se niegan a que el documento no pueda ser compartido con nuevas generaciones de clubbers. Ahora mismo son varios los canales de Youtube en los que se puede encontrar, con casi dos millones de visitas entre todos. Un dato de su repercusión y el interés que despierta.
Termino con una reflexión, haber planteado la Ruta desde un punto de vista cultural podría haber cambiado el rumbo del movimiento, o no, quién sabe. Los caminos de la bohemia son inescrutables.

jueves, 9 de abril de 2020

GENERACIÓN BEAT, LA ANTESALA DEL HIPPISMO


El hippismo siempre fue, casi desde sus inicios, un movimiento altamente conocido por el conjunto de la sociedad. Desde los años 60 y hasta hoy en día, el ciudadano medio ha oído hablar del termino hippie y tiene alguna, más o menos vaga, referencia. Pero antes hubo otro fenómeno que precedió e inspiró a los acólitos del "flower power", una historia desconocida en nuestro país con enorme influencia en movimientos juveniles posteriores, incluso en la estética hipster que tanto vemos actualmente por nuestras calles e Instagram.
La Generación Beat nació en la segunda mitad de los años 40 cuando un grupo de estudiantes de la Universidad de Columbia (Nueva York) comenzaron a escribir entorno al rechazo de los valores predominantes en los Estados Unidos de la posguerra, ellos eran Neal Cassady, Jack Kerouac, William Burroughs, John Clellon Holmes , Herbert Huncke y Allen Ginsberg. Durante 1948 se unieron Salomon y Lamanttia; en el año 1950 Gregory Corso; y en el 1954 Lawrence Ferlinghetti y Peter Orlovsky  . Se autodenominaron beats, una palabra que utilizaba la comunidad negra de los ambientes marginales para expresar cansancio, abatimiento. Eran apátridas, antiautoritarios, antimaterialistas, defensores del uso de las drogas, la libertad sexual y seguidores del pensamiento oriental. Y no paraban de escuchar algo de rock y sobre todo jazz, les encantaba el jazz. 
Además tenían un fuerte componente feminista, donde las mujeres encontraban una posición de igualdad y numerosas escritoras aportaron una interesante obra por la que fueron recriminadas, perseguidas y víctimas de la violencia del conservadurismo, que si mal veían a los hombres tratar ciertos temas, les parecía la aberración más absoluta la existencia de mujeres haciendo lo mismo.
En cuanto al estilismo, crearon el suyo propio. Camisetas y jerseys a rayas horizontales, también de cuello alto, boinas, pantalones muy ajustados o mallas hasta media pierna con calzado plano o sin él, en ellas el pelo suelto y largo, en ellos barba... dos graves rupturas con lo convencional.  Como ocurre con este tipo de movimiento, desde su inicio fueron rechazados por la mayoría aunque un gran sector de la juventud se sintió atraído por los postulados beat que iban ganando multitud de adeptos en la ya entrada década de los 50. Su popularización y masificación termina por vaciar de contenido e interés al asunto que se devaluó a mera "moda" y producto de consumo para la clase media. Los beats comienzan a ser llamados por sus detractores beatnik, en alusión al sputnik ruso, porque siempre fueron tildados de comunistas. Un terminao utilizado por vez primera por el periodista Herb Caen, justo meses después de que Jack Kerouac publicase En el camino, la novela-manifiesto de lo beat.
Todo ello y el consiguiente cambio de generacional terminó con la Generación Beat, al menos en parte, porque su influencia influyó en los incipientes movimientos juveniles de los años 60 como el hippismo e incluso las versiones prototípicas de la disco music. 


jueves, 2 de abril de 2020

CINTAS PARA BAILAR EN TIEMPOS DE CONFINAMIENTO

Hace unos días escribía sobre las cintas de casete y su esencial influencia en la propagación de la música electrónica de baile en los años 80 y 90.
Aunque el soporte tiene elementos positivos, la durabilidad del mismo no es uno de ellos y la perdida de calidad de las grabaciones e incluso su desaparición con el paso del tiempo es muchísimo más acentuada que en vinilos y CDs. Pero gracias a las nuevas tecnologías y el buen hacer de sensatos discotequeros, muchas de estas cintas han sido digitalizadas y colgadas en la red para el disfrute de todos y para conservar de manera intacta una época y un sonido. En este sentido, mi post de hoy está dedicado a seleccionar las mejores cintas de esa época. Verdaderos tesoros de la historia del dance patrio. ¡Vamos a ello!

Non Stop Vol2
Las cintas de la Non Stop de Lemoa que se publicaban de manera periódica se esperaban con devoción a eso de finales de los años 90. Fue la primera discoteca de Vizcaya que vendió sus sesiones y con una estética básica y minimal, con carcasa transparente y el negro de fondo. Su sonido trance, progresivo, eurodancero y pizzicato traspasó fronteras y llegaron a crear sesiones en CD que fueron top ventas en todo el país. Pero si me tengo que quedar con una cinta es este volumen 2 del año 1996-1997. Tralla para no parar de bailar y mezclones absolutos. 


Columbus vol.37
La macro de Bilbao que atraía cada fin de semana a clubbers de todas partes vendía cientos de cintas con sus sesiones en su pequeña pero abarrotada tienda de merchandasing. Luego la cinta se copiaba hasta la extenuación con el fin de escuchar su sonido trance, su estremecedor bombo y el eclecticismo dance. Sesiones de infarto y mezclas imposibles, está en concreto será del año 1999 ó 2000. 


Vivaldi vol.19
No sólo las discotecas sacaban sus cintas. Los pubs y discobares de corte electrónico hacían lo mismo con idéntico éxito y resultado igual o más bailable. Aquí tenemos un ejemplo, el del pub Vivaldi, ubicado en las Galerías de Deusto. Abarrotadas de público que acudían desde primeras horas de la noche hasta las sesiones matinales que allí se pertrechaban no aptas para blanditos y pasteleros.


Archipielago
Pero si nos vamos a poner a acelerar la cosa, las cintas del Archi que rulaban por medio Bilbao daban cuenta de lo que se cocía en la sala ubicada en la costa, en el municipio de Sopelana. Los BPMs cogían velocidad y el subidón llegaba hasta bien entrada la mañana frente al mar.


Jazz Berri
Y si en Vizcaya la cosa estaba por todo lo alto, en Guipuzkoa era el acabose. Varias discotecas asumieron la referencia en cuanto a la movida electrónica y los acólitos cubbers no tuvieron más remedio que reventar las pistas de baile y parkings al ritmo que marca el beat. Txitxarro, Play, Guass, Itzela, Venecia... sacaban de su pletina cintas que arrasaban pero, para mi, las del Jazz Berri eran las mejores. Aquí una muestra.


The Sound
Las cintas que me llegaban desde tierras navarras eran canela en rama. En concreto las de la discoteca The Sound, de mis absolutas referencias a finales de los 90 y primeros dos miles. Mezclones y musicón en sesiones que no podía dejar de escuchar en mi walkman o casete hasta el borrado definitivo. Si no quemabas zapatilla con esto es que estabas fuera de la movida.


Splash
Que Euskadi y Cataluña cogieron el testigo al bakalao valenciano lo sabe todo el mundo. La movida discotequera que se creó por estos lares a partir de la segunda mitad de los 90 fue bestial. Pero el asunto se extendía y Cantabría aportó lo suyo. Antes de que el Zul hiciera bailar al personal, el municipio de Noja ponía patasarriba las noches a orillas del cantábrico con locales como el Metro, el Barco y sobre todo Splash. Vivir una sesión allí es entender todo el asunto clubbing. Y las cintas, como no, hicieron su labor por difundir el desmadre de Splash.


Pont Aeri
Las cintas que me llegaban del Mediterráneo cada vez eran más aceleradas. BPMs que te ametrallaban sin descanso en velocidades no aptas para cardíacos. La makina iba más allá, puro hardcore electrónico que subía por las paredes a teenargers con hambre de baile. No teníamos acceso a Internet, no existían las redes sociales, para enterarnos que se cocía en Scorpia, Xq?, KKO o Zentral eran necesario las cintas.


ACTV
En plena agonía bacaladera, la Ruta hacia aguas en 1995 como el Titanic, con la música, eso sí, a todo trapo. Spook, Puzzle y sobre todo, ACTV fueron de las últimas en aguantar y las que a través de sus cintas que llegaban a Bilbao, nos abrieron los oídos a una nueva generación de clubbers con ganas de replicar aquí lo que los valencianos llevaban años disfrutando en su tierra.