sábado, 22 de mayo de 2021

JOSEBA SOLOZABAL, EL PERIODISTA QUE SIEMPRE QUISO SER

 


Poco ha debido de cambiar la mirada de Joseba Solozabal desde que de niño soñaba, en su Deusto natal, con ser periodista. Desde entonces siempre tuvo claro que su prioridad era la de ser feliz y no famoso, por eso siguió el camino de la coherencia, coherencia con unos valores e ideales, los suyos. ¡Qué difícil en estos tiempos! Ahí radica el éxito de este comunicador nato,  quien es cronista oficial de Bilbao, en la autenticidad que desprende. Porque más allá de su frivolidad, bendita frivolidad que todo lo relativiza y endulza, Joseba es un devorador de información, consciente que estar al cabo de la calle es fundamental para tener una opinión formada y un criterio que le avala como profesional. Un periodista que decidió quedarse en Bilbao porque ama lo que hace y ama su ciudad, más txirene que Don Diego, al quien deja de piedra con sus modelos y peinados. Y es que Joseba es libre, dentro y fuera del plató, lo que alguna vez le ha costado meterse en jardines, más frondosos que los de Albia. Pero a él le da igual, es parte de su naturaleza, de esa que le hace implicarse en diferentes causas, si las cree de justicia defender. 

Encumbrado en el star-system botxero, décadas de enorme trabajo le avalan, desde la radio donde comenzó y que nunca dejó de lado hasta una tele, Telebilbao, que le otorgó la popularidad total. Allí le podemos encontrar cada noche, desde los años 90, en prime time, cogiendo el pulso a la actualidad y haciendo ciudad, ¡qué labor tan importante en esta época de globalización! 

Siempre apoyando a los comerciantes, a los artistas, a la cultura, a todos los sectores de la Villa, dejando siempre un micro y una cámara abierta para que cada ciudadano y ciudadana que quiera contar su historia lo haga de una manera libre. Para hacer ciudad en definitiva porque el siempre lo ha tenido claro, Bilbao es una gran ciudad, no una ciudad mas de provincias. Y lo es gracias a personajes como él, independientes, libres, transgresores, aperturistas y respetuosos.

Sus seguidores conforman un colectivo multicolor y transversal que va desde las señoras de cierta edad, que le aman, hasta los más jóvenes, no hay edad, clase social y target que se le resista. Seguramente porque ha conseguido hacer valer aquello de que la calle no se calla.

Él ha entrevistado a todo el mundo, desde lehendakaris a futbolistas, desde Ana Obregón a Raphael. Y luego, es lo que tiene, le piden su teléfono porque quieren ser su amigo. En agosto pulveriza el share de pantalla con su programa de fiestas de Bilbao, cuyo pregón de hace una década aun se recuerda. Y sus llamadas en directo son pura antología de la televisión.

Melómano sin remedio, todavía tenemos Joseba para rato y no hay mejor forma de celebrarlo que bailando una canción de las Baccara.



martes, 11 de mayo de 2021

FIRE ISLAND, LA ISLA LIBRE

 


En la historia de la música de baile, como en cualquier otra historia tenemos una serie de lugares, fechas y protagonistas de referencia, incluso icónicos. Pero cierto es que en todo relato oficial, el sesgo y la simplificación se hacen inevitables a la hora de llegar al conocimiento del mismo por un mayor número de personas, dejando en el olvido elementos y fenómenos interesantes y sorprendentes a quien, como yo, rastrea caminos como el de la historia de la música popular y las discotecas para tener y compartir la visión más completa del asunto. Se trata de tejer una historia de historias que se acerque de la manera más fehaciente a la realidad.

Y en este sentido, el artículo de hoy lo escribo acerca de un capítulo de la disco music relativamente desconocido y excitante, el que hace referencia a la Fire Island. Fire island es una extraña isla de unos 50 kilometros de largo y uno de ancho ubicada junto a Long Island, a unos 80 kilómetros del centro de Nueva York. Su soleado clima en verano, llena de árboles se sasafrás, arena blanca y enormes olas esperando ser surfeadas es lo más parecido al paraíso cerca de la Gran Manzana.

Desde tiempo atrás fue refugio para contrabandistas y piratas pero a partir de las primeras décadas del siglo XX, se convirtió en el hogar de artistas y empresarios del mundo del espectáculo que huían de la ciudad para llevar a cabo una vida bohemia en un lugar virgen, desértico y ajeno a miradas inquisitorias en el que la luz eléctrica no llegó hasta los años 60, para hacernos una idea del entorno del que hablamos. La atmosfera de libertad y el laxo control policial que allí se respiraba fueron atrayendo a cada vez más gente hasta convertir la isla en uno de los lugares de veraneo más populares entre gays y lesbianas. Allí podían pasear tranquilamente de la mano personas del mismo sexo, compartir días de playa, balneario y noches que para el año 1970 eran apoteósicas con la inauguración del club nocturno Ice Palace y las sesiones discotequeras del restaurante Sandpiper, a las que se unió el verano siguiente el Botel Club. Allí, tan cerca y tan lejos a su vez de los rascacielos, cuerpos esculpidos y bronceados al sol bailaban en fiestas temáticas en una libertad plena una música tan erótica y lasciva como energizante. 

En 1972 la disco music sonaba con más fuerza que nunca en unas pistas de baile llenas de personas entregadas a la danza en fiestas llenas de exceso, despreocupación y hedonismo, donde su público, entendido como en ningún otro lugar, silbaba y zapateaba cuando el tema que sonaba les apasionaba o dejaban la pista vacía en caso contrario. 

Fire Island fue un oasis donde la disco music germinó con más fuerza y rapidez porque su entorno ya era propicio y plenamente identificado con los valores de un movimiento que Nueva York adoptó como suyo sirviéndose de la Isla del Fuego como un espejo donde quería ver reflejada su noche. 

De aquella inspiración nacieron clubes como Tenth Floor o Flamingo y un nuevo estilo vibrante y novedoso, la Hi-NRG. Pero eso ya sería otro capítulo de esta maravillosa historia.  




martes, 4 de mayo de 2021

BOTXO STREET, LA CALLE POP DE BILBAO

A finales de los años 60, en un Bilbao conservador y autoritario un grupo de jóvenes inquietos conformaron en la calle Banderas de Vizcaya, la hoy renombrada Telesforo Aranzadi, una especie de Carnaby Street bautizada por la prensa local como "Banderas Street" o "Bocho Street".

Esta pequeña vía del centro de la capital fue hogar de innumerables proyectos que intentaron dar color a una ciudad especialmente gris en lo meteorológico y lo artístico trayendo corrientes culturales que hacían furor entre la juventud de grandes ciudades europeas como París y sobre todo, Londres. La psicodelia y el pop arraigaron allí en boutiques como Coco, Carnaby-2, Stock, Love,            Smith & Smith o Amaya, galerías de arte como Grises, tiendas de disco como Vox y primigenias discotecas o "boîtes" como Flash, Drugstore y Bluesville.

La modernidad había llegado a Bilbao y parte de su juventud, sobre todo la perteneciente a las clases acomodadas y altas, encontraron un reducto a orillas del Nervión para bailar más allá del flamenco, los boleros, la copla, la canción ligera y otros estilos omnipresentes en guateques y emisoras de radio. Sus asiduos eran chicos y chicas de "familias bien" que tenían capacidad para comprar la música que sonaba en el extranjero y hacerse algún que otro viaje a Londres donde comprobaron que se podía vivir de otra manera, menos encorsetada y más libre.

Bluesville era la elegancia. Un lugar donde todo estaba puesto al detalle y un señor con gorra de plato y librea te daba la bienvenida al entrar. Allí sonaba mucho jazz y se programaban conciertos de distintos estilos, incluyendo también los de grupos más populares como los Panchos. Por su parte Drugstore y Flash eran de corte más vanguardista y moderno, donde la música dejó de ser tocada en directo por una orquesta para se ser pinchada por el discjockey, algo insólito hasta el momento en Bilbao, con permiso de Whisky Viejo. Sus decoraciones estaban a la última, de hecho Flash se publicitaba como la boîte cibernética.

Aun así los vecinos de la zona no vieron con buenos ojos la aparición de chavales con unas formas un tanto disolutas y unas pintas que, lejos de ser extravagantes, chocaban con la estricta moral de la época. La calle, no obstante, dio otro aire a la ciudad, ofreció una alternativa a zonas más populares como La Palanca y sirvió como punto de encuentro y aliciente para crear programas de radio, grupos de música, publicaciones y nuevos locales donde la juventud, poco a poco, comenzó a romper con lo establecido. Fue allí, en la calle pop de Bilbao.


                                            La calle en la actualidad.


sábado, 1 de mayo de 2021

EL NUEVO HIMNO OBRERO DE LADILLA RUSA



No se me ocurre celebrar de mejor manera este 1 de mayo que con el temazo que se han sacado de la chistera Ladilla Rusa. Una oda al currito, al mundo obreril y a un proletariado que bien se merecía una nueva Internacional, está que acaban de parir las Ladillas Soviéticas. Olvida aquello de levantar el puño en alto y aprende la coreografía bajo la bola de espejos que te proponen porque la revolución en el siglo XXI también se puede hacer bailando. Rumbita en parámetros electroclash para azotar conciencias adormiladas y un videoclip que es pura dinamita. Marx se sentiría orgulloso de un 1 de Mayo al ritmo de "Todos los días lo mismo", Groucho quiero decir. 
El bar, referente y elemento de la idiosincrasia ladillera, también es sujeto de homenaje en este trabajo, y dale con el trabajo, del dúo más irreverente. Y así, en su videoclip, mientras Tania y Víctor buscan excusas para Estefani en el water del bar de fondo sueña otro himno porque una cosa te escribiré, si todavía no conoces los videoclips de estos dos gamberros, hay que verlos como el que observa un cuadro de Velázquez, lleno de matices y mensajes casi imperceptibles. ¡Son un cuadro!
Termino, como no podría ser de otra manera un día como hoy, con una reivindicación. Exijo que Ladilla Rusa represente a España en Eurovisión, puede que su actuación no sea la mejor técnicamente, que sus voces en directo sean pelín regulín pero una cosa os digo, representarían como nadie a los españolitos que madrugan cada mañana para levantar un país por un sueldo mísero. La mayoría. ¡Feliz 1 de Mayo!