domingo, 24 de abril de 2022

LEDESMA, LA CALLE JARANERA DE BILBAO


 
Cantaba Doctor Deseo en su himno "Morirse en Bilbao" que bailaba en sus calles y se perdía en sus bares. Y desde luego a la cabeza se nos vienen nombres como Barrenkale, Pozas, Mazarredo y otras calles con solera en eso del jolgorio txirene pero es en los últimos tiempos cuando una nueva rue se viene haciendo hueco en el olimpo jaranero del Botxo. Paralela a la Gran Vía, discreta y pequeñita, Ledesma coge fuerza cada tarde en la capital vizcaína convirtiéndose en punto de encuentro de una cada vez mayor masa de parroquianos con ganas de alegría y disfrute. 

Por encima de sus baldosas trasiega una multitud heterogénea donde  son mayoría los que superaron hace tiempo la treintena y tienen cierta afición a la bohemia a base de pintxos, vinitos y cubatas. Terrazas y barras para tertulias tempraneras y música cada vez más alta y bailable según pasa la noche cotizan una vía cada vez mas divertida y festivalera para canallas y noctámbulos.

Locales como La nueva taberna taurina o Ledesma Nº 5 son ideales para coger fuerzas antes de dejarse caer por el irlandes Mo'r O'rless y el ya mítico Periflú. Este último lugar, a pesar de ser pequeño, acaba resultando ser matón y es allí donde no puedes dejar pasar la oportunidad de llevar a cabo la inmersión a su loca propuesta bailonga donde en su ínfimo espacio no cabe más gente divertida por metro cuadrado. También puedes aprovechar la subida a sus baños a modo de pódium para go-go y darlo todo desde las alturas. Y ahora que hemos entrado en la madrugada y por fin el baile no tiene restricciones y la noche reconquista sus horas perdidas es imprescindible llegar hasta el final de la calle Ledesma, la vía que no deja que te aburras y allí, en sus confines, sin fuerzas para retornar al principio y enfilando la parada de taxi o metro, creyendo que sólo queda lugar para el descanso te das de bruces con la Antigua Cigarrería o lo que es lo mismo, canalleo. Cubatas bien preparados y una selección musical que va desde Alaska hasta Ojete Calor, desde Daddy Yankee hasta Doctor Deseo. Y no queda más remedio que, como arenga el gran Francis, "seguir la fiesta, quemar la vida y morirse en Bilbao."



lunes, 18 de abril de 2022

THE SAINT, EL CLUB NEOYORQUINO QUE MARCÓ EL RITMO EN LOS 80

 


Hubo un tiempo donde Nueva York fue la capital del mundo, dudo si hoy en día lo seguirá siendo. Un tiempo donde la ciudad fue admirada por su poder mediático, cultural, político y económico. Era el lugar donde residía la modernidad, la innovación, donde todo sucedía y en el que el resto del mundo se fijaba para intentar imitar. A mi siempre me llamó la atención su parte antropológica, especialmente la que se desarrollaba en los suburbios, en los márgenes, en los sotanos de sus rascacielos donde la luz no llegaba a entrar.

La Gran Manzana era la Meca mundial de las discotecas y clubs, desde las amplias y pijas hasta las más pequeñas y sucias. Desde las grandes salas de fiesta hasta los antros de mala muerte. Desde sus pistas se crearon escenas maravillosas e historias que han inspirado a innumerables artistas del siglo XX. Una de esas historias es la del club The Saint.

El superclub gay abrió en 1980 con ganas de estirar el chicle setentero de la disco music en un local imponente, las antiguas instalaciones de la Fillmore East, que costó la friolera de cuatro millones y medio de dolares de la época. Gran parte de la cantidad fue aportada por los por entonces concurridos baños gay New Sant Marks, los más grandes del mundo. La discoteca contaba con el mejor equipo de sonido y luces y una cúpula que le sirvió para que la llamaran "El Vaticano" de las discotecas. Al principio intentó recuperar la idea de club selecto en la que sólo sus socios podían entrar a cambio de pagar una elevada cantidad de dinero anual que pronto  tuvo que ser rebajada. En esos inicios de la sala, por allí se dejaban caer hombres homosexuales de alto poder adquisitivo que veraneaban en Fire Island y cuya máxima preocupación era esculpir su cuerpo y dar rienda suelta a sus pasiones sexuales. Muy en consonancia con la música que allí se pinchaba y que pronto evolucionó hacia sonidos más duros, limpios y rápidos dejando atrás la disco music primiegena para adentrarse a los sonido Hi-NRG.  Y es que The Saint fue uno de los espacios de referencia en la ciudad en cuanto a sonido, deejays, diseño y artistas invitados. Sus DJs residentes durante el primer año fueron Alan Dodd y Jim Burgess aunque por su cabina pasaron una multitud de nombres de manera sucesiva. Era una pieza clave en ese  universo extremedamente hedonista y paralelo al de la mayoría de la población, que tenía otros modos de vida, pero que respetaba la libertad de cada cual para hacer de la suya lo que quisiera. Al menos eso fue así hasta bien entrados los años 80 donde una nueva ola conservadurista cambió las tornas de la opinión pública que comenzó a tomar posturas más retrogradas y menos liberales en la mismísima ciudad donde reside la estatua que hace honores a la libertad. En esta nueva tendencia tuvo mucho que ver la epidemia de SIDA cuyas consecuencias ya comenzaban a publicarse en la prensa desde 1981. Ese año The New York Times ya describió como "cancer gay" la misteriosa enfermedad que padecían docenas de homosexuales y que muchos apodaron "la enfermedad de Saint", debido a que varios clientes y asiduos de la discoteca empezaron a padecer infecciones oportunistas cuyo origen se desconocía. Se había iniciado una estigmatización que según avanzaba la epidemia hizo aumentar el rechazo a todo lo relacionado con la homosexualidad en particular y el sexo en general.

 Es el momento en el que The Saint mantiene su decisión de continuar aunque la libertad sexual del primer año se fue perdiendo con progresivamente y de manera paralela al paso de un tiempo que fue muy duro, donde mucha gente murió de manera repentina. Finalmente la discoteca abrió al público heterosexual en 1985 y el ambiente cambió de manera radical, era la degradación. Comienzan las peleas, las reyertas y la putrefacción de esa energía positiva que se consiguió en los inicios. En 1988 se decide cerrar y The Saint lo hace por todo lo alto, en una fiesta que comenzó el 30 de abril y terminó el 2 de mayo. 40 horas de música a cargo de los deejays más populares de la historia de la discoteca en un emotivo evento que congregó en la pista a miles de personas despidiéndose de lo que ha sido uno de los clubs más totales de la historia pero también homenajeando a aquellos que partieron demasiado pronto.