lunes, 24 de febrero de 2020

FOOD DE AFTER


¿Qué pasa si unimos dos conceptos como el fast food y los after hours? Alexander Gross lo ha retratado y cristalizado en un fanzine llamado 24/7 donde se publican una serie de fotos (de hecho, no tiene texto) disparadas en el MC Donald's de la calle Montera durante las madrugadas de los años 2015, 2016 y 2017.
Tras leer su entrevista en Vice me ha hecho pensar sobre ese momento de la noche cuando sabes que tienes que volver a casa y tras horas de baile, desenfreno y ayuno, es el hambre quien te come a ti. Ese instante y esa sensación de estar despeñándote por el desfiladero de la inanición es lo que hace postergar el agarrar un taxi, bajar al metro o deambular cual zombie por la ciudad rumbo a tu cama. Lo prioritario es comer y encontrar otro local atestado de congéneres con ansias de alimento, de comida rápida y si es grasienta e hipercalórica mucho mejor.
Los bares tempraneros llenos de bocatas para los currelas que te miran con cara de asco, desconfianza y envidia son un buen lugar. Algunos se han especializado en suministrar pintxos de tortilla y sandwiches de chaca a decrépitos fiesteros con agujeros en sus estómagos.
Otra opción son los kebaps de los pacientes pakistanies que echan salsas a deliciosos bocados de 2,50 con nefastas consecuencias en mitad de la resaca. Seguramente su mayor ganancia radique en las monedas y billetes, menos estos últimos, que caen al sucio suelo en la búsqueda y rebúsqueda dentro de los esquilmados bolsillos de sus ebrios clientes.
 Pero la decadencia de quien agoniza una noche es todavía más escandalosa y deprimente en los restaurantes fast food de las grandes cadenas multinacionales. Esas enormes compañías creadas para dar felicidad a familias de postal y vendernos su producto como algo barato, rico y saludable. Esas empresas que gastan millones y millones en publicidad destinada a convencer a niños que sus cumpleaños son mejores entre hamburguesas y nuggets, a que que puedes salir del gym y atiborrarte a alitas y ensaladas sin peligro alguno, a que las tardes son inolvidables llevando a tus padres a cenar algo rápido tras salir del Primark o invitar a tu pareja después de una sesión de cine para cerrar una cita romántica. Es ahí donde se representa un acto de inconsciente subversión, donde las caretas se caen para consumidores y suministradores, donde la publicidad marketiniana recibe un torpedo de realismo permitido por una noche que lo esconde todo y a la vez, lo visibiliza todo, sólo es cuestión de prestar atención. Buen provecho.


lunes, 17 de febrero de 2020

40 AÑOS DE MOVIDA

 
Foto encontrada en El Economista

Desde hace un par de semanas la Movida ha vuelto a la palestra mediática con motivo del 40 aniversario de la celebración del concierto homenaje a Canito en la Escuela de Ingenieros de Caminos. El relato "oficial" ubica la génesis de aquel embrollo cultural en dicho acto aunque los propios protagonistas, como Alaska, defienden que la cosa venía de algo antes. Sea como fuere han sido 40 años de conjeturas, desprecios e idealizaciones ante un fenómeno que sigue levantando interés a día de hoy. En primer lugar hay quien mete en el mismo saco a Kaka de Luxe, la Casa Costus, Nacha Pop, Los Secretos, Leño y hasta Mecano. Vamos, que en esa manga ancha, anchísima, cabe todo lo que sucedía a nivel musical en el Madrid de los años 80 y no. A mi entender tendríamos que reducirlo de manera temporal a lo que sucedió desde finales de los 70 hasta mediados de los 80. A esa nueva ola hispana de militancia pop y electropop, actitud punk y estilismos coloristas, desenfadados o incluso siniestros donde lo importante era romper con los parámetros establecidos a través de la música, la estética, la pintura, el cine o la televisión. En un primer momento, durante la Transición, los "raros" con pelos de colorines e imperdibles no fueron bien recibidos ni por la derecha anclada en el Franquismo, ni por una izquierda dogmática que exigía compromiso con sus postulados. La mayor parte de la sociedad rechazaba a esos niños con pintas y desclasados. Pero la progresiva adquisición de libertades y las ganas de gran parte de la gente, en especial de la juventud, por una nueva vida pública mucho más despolitizada provocó cierta simpatía hacia la Movida en la que el PSOE recien llegado al poder vio una oportunidad para lavar la imagen del país desde su mismísima capital y crear marca España a través de una generación de jóvenes supermodernos y molones. Los ayuntamientos socialistas y la televisión pública comenzaron a dar cancha a Loquillo, la Bola de Cristal, los hermanos Auseron y compañía. El underground emergió y se hizo mainstraim, de ahí a que la Movida fuera un experimento de ingeniería social creado desde la Moncloa va un trecho aunque haya teorías conspiratorias, siempre divertidas, que asi lo defiendan. Y como ocurre siempre, con el tiempo, lo moderno se hace antiguo y para finales de los 80, con el relevo generacional, la Movida apestaba a viejo y el fenómeno tocaba a su fin. 
Pero es cuestión de dejar pasar unos cuantos años más para que haya revisiones que provoquen la reivindicación y de ahí a la idealización hay un paso. En la primera década del siglo XXI se produjo un tsunami a modo de revival ochentero donde la Movida no aceptó discrepancias, donde las dos Españas se fundieron en una, donde a derecha y a izquierda se aceptó e incluso veneró un fenómeno de orgullo patrio. El "yo estuve allí", la "edad de oro del pop español", "aquello era música" y otras frases de 0,60 enarbolaron un discurso que no admitía disensión hasta que una nueva corriente provocó el cataclismo. En realidad, a día de hoy, el pensamiento mayoritario sigue teniendo una visión positiva de la Movida pero autores como Victor Lenore o José Luís Moreno Ruíz tienen una visión distinta y restan valor e incluso tachan de fake a la Movida. 
Siempre defenderé la diversidad de opiniones pero si me quedo con un título, a día de hoy, ese es el de "Alaska y otras historias de la Movida" de Rafa Cervera. Un libro que explica a través de sus protagonistas qué sucedió en aquellos locos años porque algo importante debió suceder al estar hablando todavía de ello.

Foto encontrada en El Periódico

lunes, 10 de febrero de 2020

EDGAR KERRI, DE HOLALÁ A CLUB MALASAÑA

                                               Gosua Management

La noche de Madrid no deja de regalarnos nuevas propuestas y podemos decir que vivimos, desde hace años, una etapa dorada. Uno de los nombres propios necesarios para entender el subidón en las pistas de baile capitalinas es Edgar Kerri, artífice del desmadre a orillas del Manzanares desde hace más de una década.
Mitad catalán, mitad francés con orígenes argelinos y belgas, Edgar se afincó, abriendo la tienda de ropa de segunda mano Holalá, en Madrid, "la ciudad de los que no se sienten cómodos en sus lugares de nacimiento",tal y como él mismo cuenta. En los años 90 pinchaba en el surf-bar de su padre y cuando empezó a organizar fiestas nadie le gustaba del todo así que se puso ante los platos empujado por el lema punk del "hazlo tu mismo". 
En el verano del 2009 lo petó con el club Aguacate y para otoño de ese mismo año se sacó de la chistera dos nuevos proyectos, Pantera Club y, el que marcaría a toda una generación, Zombie Kids Club, ambos en la sala Charada. En su pretensión de no hacerse mayor y recuperar cosas del pasado se centró en la filosofía Zombie o lo que es lo mismo, dar vida a cosas del pasado para ser un eterno adolescente. Y llevando la idea hasta sus últimas consecuencias inauguró un bar de hamburguesas, batidos, zumos y demás teen food, ¿su nombre? Zombie bar.
El éxito de los temas de Zombie Kids hace que fichen por Universal y el club pasa a llenar cada miércoles la sala Heineken. Pero nuestro particular y noctámbulo Peter Pan se niega a crecer y monta en 2016 Cha Cha Club, adelantándose a todo el rollo de la música urbana por el que la juventud más inquieta se pirra hoy en día. En un primer momento su entrada estaba limitada a los miembros del club pero rápidamente pasó a ser público haciendo que la sala Cocó tenga una fila enorme cada viernes para poder entrar.
Tras reformular el legendario Bar Fabuloso de Silvia Superstar para convertirlo en Lucky Dragon, Edgar nos acaba de regalar su penúltima locura junto a Laura Vandall, su nombre es Club Malasaña. Inaugurado la semana pasada en el local de la antigua sala Taboo, la discoteca quiere recuperar las reminiscencias de la disco music y e baile más orgánico, bienvenido sea. Mientras, Peter Pan seguirá volando, imaginando nuevas locuras para poder hacerlas realidad y seguir viviendo en el Pais de nunca Jamás.

                                                Imagen de El País

martes, 4 de febrero de 2020

BAILANDO EN KAPITAL

Hace años, muchos años mi amigo Borja y yo coincidiamos veraneando en el mismo pueblo, él era de Madrid y yo de Bilbao. Recuerdo que, en plena década de los 90, nos carteábamos para contarnos nuestras andanzas discotequeras en sendas ciudades y a mi me tenía fascinado sus historias en un local de 7 pisos con 7 ambientes diferentes abierto hacía poquito tiempo bajo el nombre de Kapital. De hecho, aún poseo algún que otro flyer que me remitió para documentar la existencia de un garito de tal calibre en el mismo centro de la capital  porque reconozco, dudaba yo por entonces de si aquella sala era algo real o un farol perfectamente pertrechado por mi amigo.  
Pues bien, este fin de semana, se me vino a la cabeza aquellas cartas y la época dorada de una sala puntera en el continente, preguntándome de la salud que gozaría actualmente, tras más de 25 años en el candelero. Así que ni corto, ni mucho menos perezoso, me acerqué por Atocha para comprobarlo in situ. Al bajarme del taxi ya pude observar el enjambre de personas que se agolpaban en la puerta, la mayoría muy jóvenes y de diferentes países, comprobando que su público sigue siendo muy internacional y su propuesta una de las preferidas por los turistas en la noche capitalina. Los "aparca" no daban abasto y en el poco tiempo que tuve que esperar para entrar me percaté de la llegada de, al menos 3 porches, entre otros bugas de parecido lujo. Sí, en la puerta de Kapital el lujo y la gente guapa se siguen dejando ver en el siglo XXI.
Al entrar, uno de los mejores halls que haya visto te dan la bienvenida y a los lados del mismo se ubican las escaleras y ascensor para facilitarte poder estar bailando más cerca del cielo de Madrid. La pista y los balcones del teatro estaban repletos de gente disfrutando de música electrolatina, hip hop y dance actual. Decidimos hacernos fuertes en uno de esos balcones y contemplar el show de baile que se daba en el escenario y que concluía con una lluvia de confeti.
Kapital, heredera de aquella otra Titanic, mantiene su esencia como si el tiempo no hubiera pasado. En el 2019, coincidiendo con su 25 cumpleaños, fue reconocida como una de las mejores salas del mundo apareciendo en la prestigiosa lista The World’s 100 Best Clubs’ 
Desde hace años comparte fiesta con su hermano pequeño, Fabrik, aunque sus propuestas son diametralmente diferentes en esto del baile. Y es que Kapital mantiene el clásico concepto de sala de fiestas más vivo que nunca, donde puedes charlar, tomarte un cocktail, cantar en su karaoke y formar parte de una obra que se repite cada noche, una obra de teatro llena de diversión y baile.


Documental sobre la historia de Kapital