martes, 28 de septiembre de 2021

AL OTRO LADO DE LA CABINA, EL LIBRO DE DJ NANO


Este verano he tenido la oportunidad de leer más que nunca, a mi afición por escudriñar Internet se le ha unido la publicación de diferentes libros en los últimos meses que son sumamente interesantes. Indispensables en la biblioteca  de un tipo, como yo, enamorado de la pista de baile y los fenómenos iniciados lejos de convencionalismo alguno. Entre los variados títulos que se han ido lanzando, sin duda, la repercusión mayor ha sido para la obra que cuenta la vida y mezclas de DJ Nano. 

La biografía de uno de los discjockeys más importantes de la historia clubbing española llama la atención sin necesidad de abrir sus páginas. Y es que en una época donde lo digital arrincona lo analógico el formato físico de este libro es sencillamente precioso y ha sido muy, muy cuidado. Pocos libros de música electrónica pueden presumir de ilustrarse en portada con la oscuridad intrínseca al clubbing, una oscuridad en la que se borda el título de la obra en oro, oro viejo.

Al otro lado de la cabina es la historia de DJ Nano o lo que es lo mismo, José Luis Garana de los Cobos, un joven criado en las calles de Madrid que decidió rebelarse contra el entorno burgués y acomodado que le rodeaba para diseñar su propia vida, la de uno de los artistas más reconocidos en el mundo de la música. Iniciado en la cultura del hip-hop y el graffiti, su famélico cuerpo adolescente pronto encontró un lugar en el que sentirse cómodo y útil en la cabina de las discotecas, con el tiempo en el de las mejores y más influyentes salas del mundo. 

El libro escrito junto a Miguel Ángel Bargueño va más allá de la figura del aclamado DJ y se consolida como un documento esencial para conocer el clubbing español de los últimos 25 años. DJ Nano es coetáneo a toda una generación, en la que me encuentro, nacida cuando vio la luz nuestra democracia y se alistó en las filas de la música de baile como canalizadora de la inquietud y rebeldía juvenil. Una generación que bailó la transformación del bacalao valenciano en la makina catalana, que danzó con las melodías y subidones del trance, gastó zapatilla con el renovado y accesible eurodance y el reformulado house del momento. Compartimos noches en locales donde se movía el speed y las pastillas de éxtasis como gominolas y normalizamos una violencia y delincuencia que se hizo excesivamente y lamentablemente pegajosa en la cultura de club. De todos ellos, algunos se quedaron en el camino, otros se salieron de él para enrolarse en vidas adultas carentes de sentido y los menos evolucionaron con la música, fueron dueños de su proceso vital e incluso hubo quien vivió su sueño a costa de esfuerzo y tesón, estoy hablando de DJ Nano.

                                                         Fuente: revista esquire

viernes, 24 de septiembre de 2021

VUELVE LA VIOLENCIA JUVENIL

En las últimas semanas la sociedad permanece preocupada por un aumento de la violencia juvenil, retransmitida casi al momento por redes sociales y amplificada por las televisiones generalistas. Los telediarios y periódicos abren con fotos y videos de cruentas palizas que, en ocasiones, acaban de la forma más dramática. También con cargas policiales contra botellones y fiestas al aire libre en la que las fuerzas del orden se ven desbordadas por la dura respuesta de quienes contestan a pedradas y palos. 

"La juventud está perdida" "La juventud es desagradecida" o "son unos irresponsables" son lo menos malo que escuchan por parte de sus mayores nuestros jóvenes, que recriminan una actitud que se repite una y otra vez, generación tras generación por unos adultos que hace veinte, cuarenta o sesenta años eran tildados exactamente de lo mismo. El hecho es que la juventud, lo queramos o no, lleva aparejada una rebeldía intrínseca, una inquietud rupturista y un romanticismo que a mi parecer es sano para toda la sociedad. El quid de la cuestión radica en como canalizar tanta energía para que el enfado de unos no lo paguen los otros, generalmente jóvenes también con los mismos problemas o mayores que los violentos.

Hace veinte años las peleas en las discotecas eran habituales y os puedo decir que durísimas. Cascos de moto, bates o vasos eran armas con las que pandillas juveniles se enzarzaban en violentas reyertas que no eran sofocadas hasta que llegaban los antidisturbios. La droga y la música de los 90 eran otras y crearon una escena muy dura alrededor de las noches juveniles. Con el nuevo milenio la cosa cambió. Atentados como el del 11S o el 11M crearon un rechazo de plano a la violencia en general por inútil y creadora de dolor, los cambios en las costumbres y una juventud adormilada por el consumismo se unieron a nuevas músicas que invitaban al amor y no la guerra como el house y el reggaeton. Otros fenómenos como el culto al cuerpo y el rechazo a la droga se unieron para hacer las noches más benevolentes y pacíficas. Han sido años apacibles, de muy buen rollo, de escasa violencia en la noche pero las tornas parecen estar cambiando.

Una nueva generación de chavales se suman a las pistas de baile con ganas de bronca. Son una generación que ha vivido toda su vida en una crisis. Primero económica, luego social y política. Y cuando parecía que la cosa iba a mejorar, llega una pandemia que nos encierra en casa y nos coarta de derechos y libertades. El aumento de consumo de drogas y una escena más dura, con músicas y estéticas más rupturistas y extremas, presagian un cambio de péndulo que nos devuelva a momentos críticos y desagradables protagonizados por una juventud que se ve aplastada por un mundo hostil, más que el que pudieron sentir los punks, rocker o mods de los años 70 y 80. Ellos fueron los que terminaron con el paz y amor de los hippies y ahora parece que la historia se repite.

                                             Fuente: Diario Vasco

martes, 21 de septiembre de 2021

LA CANCIÓN DE ESTE VERANO: "QUIERO UNA FIESTA" DE PILOSHKA


El estío que hoy termina lo hace sin coronar, un año más, a ningún tema con el título de la canción del verano, que de nuevo queda desierto, al menos a nivel oficial. Y es que, por mi parte, yo tengo un temazo que ha sonado en mis altavoces y auriculares sin parar en las últimas semanas y que descubrí por casualidad.  Estaba dando un paseo en el mes de julio cuando, de pronto, oí los ensayos de lo que parecía iba a ser un concierto de música disco en unas pequeñas fiestas del municipio de Berango. La voz de la solista me pareció preciosa y los temas que estaban interpretando de lo mejor del rythm&blues, disco, soul y Motown. Así que llegado la hora, allí que nos presentamos. El recinto era pequeño y con asiento para una audiencia de unas 200 personas, en su gran mayoría de avanzada edad.

Ellos fueron los que disfrutaron de un conciertazo con verdadero musicón, hitazo tras hitazo tocado por la banda I Feel Good. Al acabar me puse a investigar de donde salía este grupo y me percaté que era el proyecto conjunto de sus miembros, que aman  la música negra y que luego, cada uno por su parte, tienen otros igual o más de interesantes. Es el caso de Pilar Revuelta, más conocida por Piloshka en redes sociales y escenarios varios. La cántabra es un torrente creativo que se canaliza a través de la música, la interpretación, el baile e incluso la elaboración de una línea de complementos. Una mujer con un vozarrón que se atreve con las grandes divas de la música negra y que lejos de encorsetarse tiene varios temas propios que me dejaron ojiplático. A tal punto llega el asunto que uno de ellos, Quiero una fiesta, se ha convertido en mi última obsesión sónica que suena una y otra vez en mis altavoces y cascos. El temazo, difícil de clasificar, puede incluirse en eso que llamamos electroclash y que vaya usted a saber qué es en realidad. Una canción que bien pudiera ser un himno, número 1 de los 40 Principales o la composición que represente a España en el próximo Festival de Eurovisión. Con una letra que refleja el estado de ánimo de gran parte del país, tras año y medio de pandemia, sobre todo el de muchos vividores y golfas que necesitamos de una noche sin restricciones, ni limitaciones por parte de nadie y una manga ancha de motu propio que nos haga volver a la vida que algún día, o noche, tuvimos. Una letra que bien se merece el título honorífico de canción de verano, de este y del otro, porque pensándolo bien, ni eso hemos tenido. 

Un temazo que es un descubrimiento y que nos da esperanzas para asegurar que tenemos una buena juerga que corrernos a la vuelta de la esquina, que hay ganas de pista de baile y que no deseamos otra cosa... ¡Quiero una fiesta!



lunes, 20 de septiembre de 2021

VUELVE LA RUTA


Tras un nuevo verano lleno de limitaciones, de pistas de baile cerradas y escenarios a medio gas, parece que, por fin, comenzamos a ver la luz al final del túnel. La vacunación masiva está haciendo efecto y los contagios por coronavirus cada vez son menos, así que es hora de aflojar las restricciones y volver a la tan ansiada normalidad. En esta coyuntura retomo una nueva temporada al frente de La Ruta, la número 14. Casi nada. Y lo hago con muchísima ilusión y todas las ganas de compartir contigo artículos de opinión, históricos, entrevistas, crónicas... Espero que la temporada nos depare muchas sesiones y mucho baile. Que nos desquitemos de este aciago año y medio, que valoremos la libertad y que revolucionemos el mundo bailando, juntas y juntos, bajo una bola de espejos.

Te doy la bienvenida a La Ruta.