sábado, 28 de marzo de 2020

EL FUTURO YA ESTÁ AQUÍ

Aviador Dro con sus premonitorios trajes. Fuente: Facebook Tracking Bilbao

Desde que Luigi Ruissolo, hace un siglo, iniciara el camino de la música electrónica, el futurismo ha estado siempre presente en ella. Y esa percepción del futuro no ha sido exactamente la misma para todos los artistas y escenas aunque en muchos ocasiones ha primado un futuro apocalíptico y catastrofista. ¿Cuál ha sido el motivo de que esta vertiente siempre haya gozado de tantos adeptos? Por una parte porque esa estética produce una gran fascinación y por otra porque se es crítica, se coloca el dedo en la llaga, se denuncia hacia donde se despeña una Humanidad cada vez más inhumana. Es como una especie de toque de atención antibelicista, antinuclear,ecologista...
Hoy cuando veo las imágenes de las calles de Bilbao, Madrid o Barcelona desiertas. Cuando estamos en casa confinados, relacionándonos a través de la tecnología y observando como médicos y Ejercito se pertrechan de mascarillas y buzos blancos para acabar con el enemigo invisible, se me viene a la cabeza películas, comics y mucha música. Y es que el futuro que cantaba Santiago Auserón con su banda en el Madrid de la Movida, ha quedado eclipsado por un futuro más cercano al de Aviadro Dro. Que premonitorio vuestro concierto de diciembre en Bilbao con aquellos buzos blancos y máscaras protectoras. 
También Chimo Bayo llegaba del futuro, en los años 90, para advertirnos, con su propuesta visual llena de apocalipsis bélico, unas épocas venideras difíciles, su tema Química bien podría rebautizarse en este 2020 como Bioquímica, en un momento donde algunos dirigentes se empeñan en definir la coyuntura como el equivalente a una guerra, la que libramos a nivel mundial contra el COVID-19.
Es ver hoy un Telediario y acordarme irremediablemente de DEVO y aquellos uniformes blancos. La banda sonora de estas semanas bien podría ser el "Es imposible, no puede ser" de los Megabeat. Y es que nadie nos imaginábamos hace unas semanas que podríamos estar viviendo una situación tan parecida a películas y videoclips visionados con anterioridad. Una vez más, ese dicho "la realidad siempre supera a la ficción" se vuelve a cumplir.
Y a nivel económico, social y, por supuesto, artístico los días de confinamiento serán determinantes para entender las inminentes conductas y comportamientos, aún impredecibles para cualquiera. Los niños y jóvenes en especial serán los más influenciados por esta pandemia a nivel emocional y psicológico que, espoleados por la crisis del coronavirus, reaccionarán a través de nuevas corrientes artísticas y. por supuesto, musicales. 
De momento tendremos que seguir confinados,a la espera que esto pase, escuchando y bailando música, como no.


Este video es tan válido para la crisis actual...

lunes, 23 de marzo de 2020

CARMEN DE MAIRENA, LA VIDA A SU MANERA


En un blog, como este, donde me dedico a contar y documentar lo que sucede bajo una bola de espejos, con especial interés en los márgenes de lo bienpensante, lo establecido o lo normal, es de justicia escribir hoy este artículo dedicado a Carmen de Mairena. 
Carmen falleció ayer a los 87 años de edad y como ocurre en muchos casos, su figura acabó algo distorsionada para el gran público por unos mass media que modelan a personajes muy complejos, con sus luces y sus sombras, de gran riqueza artística y actitud contestataria para dejarles en su versión más básica, la que es asumible para audiencias millonarias. Todo con el fin de poder descubrir al gran público consumidor de televisión otro tipo de estrellas, esas que brillan tan alejadas de la ortodoxia. Por eso Carmen de Mairena no sólo fue la que se dejaba entrevistar por Cárdenas o viajaba de vez en cuando a Marte para protagonizar sus crónicas, gran labor la de los dos Javieres en una tele que ya no existe, ella fue mucho más.
Nació en la Barcelona de 1933 con el nombre de Miguel Brau y ya desde muy pronto le gustó el mundo del espectáculo. Con 16 años actúa como extra en varias películas y en 1959 inicia su carrera como artista de variedades, pasando por la mayor parte de locales de una Barcelona maravillosa, aquella que se consolidó como la ciudad más moderna y aperturista de España. Su noche era abierta y vibrante, llena de cabarés y en la que Brau se hizo un hueco gozando de cierta popularidad. Son tiempos donde se sube a los escenarios como cantante cupletista y comienza una relación con Pedrito Rico, sin esconderse en demasía, sin importarle el qué dirán, lo que provocó que la pareja fuese detenida por la policía en varias ocasiones y víctima de malos tratos y palizas.
En la década de los 70, haciendo, una vez más, lo que le dio la gana, comenzó su proceso de transformación física en clínicas clandestinas con todo el riesgo del mundo y nula información. Es entonces cuando cambia de registro y se dedica a realizar espectáculos de transformismo pero su público le da la espalda. El fracaso es tal que decide ejercer la prostitución en el mismo barrio donde residiría toda la vida, el Raval, barrio chino de Barcelona. 
Cuando parecía que todo estaba perdido, Carmen es descubierta por Javier Cárdenas, quien la lanza de nuevo al estrellato en los años 90, esta vez a nivel nacional, en diferentes programas de televisión y una película. Su lenguaje soez, su desparpajo y la nula vergüenza le hicieron entrar en la jet set de los frikis patrios, algo que a ella no le gustaba que se lo recordaran.
A partir de los 2000, sus apariciones televisivas son intermitentes y no suficientes para subsistir economicamente. Por eso se dedica al porno en  varias ocasiones y continua su actividad relacionada con la prostitución. Solidaria con todo el mundo, Carmen ayudaba a quien se lo pidiera y alquilaba las habitaciones de su casa a chicas para que pudieran hacer sus servicios, lo cual le valió para ser involucrada en una red de proxenetas. 
En 2010, por si no hubiera tenido suficiente para hacer una biografía de varios tomos, se metió en política y se presentó a las elecciones catalanas como número 2 en la candidatura de la CORI, un partido de outsiders con ganas de dinamitar la política desde dentro a base de humor y sarcasmo. El partido era algo así como el CORI a la política como el El Jueves a la prensa escrita.
Hacía dos años que se encontraba en un centro para mayores, dejando atrás su piso en el Raval, compartido con putas a las que ayudaba y un drogadicto franquista, paradojas de la vida, que le sisaba lo que podía. En el contenedor de basura, junto a su portal, acabaron todos sus objetos y recuerdos.
Con Carmen nos hemos reído. Hay quien se ha reído de ella, seguramente para olvidar sus vacías y aburridas existencias. En mi caso la admiré por su valentía, por atreverse a ser diferente, por su libertad a la hora de exprimir de esa manera la vida. Seguramente por eso mismo no tuvo una vida fácil. La clave está en la no biografía (hasta en eso fue distinta) escrita y dibujada por Carlota Juncosa, concretamente en su prólogo, a cargo de Javier Pérez Andujar, donde nos advierte: "intentar vivir no es gracioso"


jueves, 19 de marzo de 2020

PÁSAME ESA CINTA DE CASETE


Si preguntamos a un menor de 30 años por el título de este artículo, probablemente no tenga idea alguna a qué puede estar haciendo referencia. Pero desde los años 70 y hasta bien entrados los 2000, las cintas de casete fueron un elemento esencial a la hora de escuchar música y propagar los nuevos sonidos de la música de baile. Y no me refiero a las cintas originales que se vendían en las tiendas de música, en los comercios de electrodomésticos y en el Corte Inglés junto a discos de vinilo, al principio, y CDs, de manera más tardía. Me refiero a esas cintas vírgenes que luego eran grabadas y que rulaban de una mano a otra y cuya calidad se diluía en infinitas copias de la copia de la copia. 
En una era donde Internet ni se atisbaba y los recursos para muchos eran escasos, el acceso a la música, a estar en lo último en música y que determinados sonidos adquirieran el rango de populares se dio por el ingenio, la cinta como medio y esa maravillosa tecla REC.
¿Pero qué contenido se imprimía en el formato más  masivo de los años 80 y 90? Variado. En primer lugar había copias integras de las cintas originales o de los temas que más te podían gustar. Había quién en una pandilla de amigos, entre todos compraban la cinta, el vinilo o el CD original y luego se los pasaban de uno a otro para ser copiados a cinta y poder disfrutar del producto todos. Piratería en estado primigenio. Una solución barata para escuchar música pero de nula creatividad.
Otra opción, aún más barata pero más ingeniosa era grabar los temas cuando estos sonaban en la radio. Ahí estabas tú, ávido con el dedo tembloroso en la tecla para apretarla en el momento en el que el locutor de turno terminara su pesada alocución. A veces, sabedores de lo que sucedía al otro lado, se enrollaban y dejaban acabar el hit sin hablar por encima, eso eran triunfos de adolescencia. Lo peor es cuando te sonaban los tonos de las horas y te chafaban el asunto. El hecho es que entre pedazos de grabaciones conseguías hacer casi, casi, la canción entera. O mejor aún, con trozos de diferentes temas usurpados a la FM y tus dos pletinas, los más habilidosos mezclábamos hasta conseguir mixes que triunfaban en el instituto, la uni y el barrio. Tanto que estos eran objeto, a su vez, de copia y también del deseo de la mayoría por tenerlos. Recuerdo una vez que en mis manos cayeron una serie de cintas originales de artistas que tampoco me interesaban en demasía. A las mismas les pegué un trozo de celo en el hueco superior y las hice grabables. Con acetona les elimine el texto impreso en la carcasa. Luego grabé mis mixes a base de pedazos de temas sacados de la radio y que iban encajando de mejor o peor manera intentando seguir una continuidad a modo de sesión. En la carcasa escribí mi nombre y en la caja, desprovista de su portada original, cogí un folio y pinté a mano la que a mi me molaba. Si no te gusta lo que ves "hazlo tu mismo". El resultado hizo flipar a la peña que propagó a base de grabaciones aquella sesión hasta el último confín del Gran Bilbao.
Otra opción eran las cintas de las discotecas y discobares. En un primer momento tu llegabas a tu disco favorita y si tenías cierta confianza con el DJ o algún satélite de los que conformaban la plantilla, le pasabas una cinta virgen para que te grabara la sesión in situ. Luego te ibas con ella a casa con una sonrisa de lado a lado sabiendo que tenías música para bailar durante el resto de semana. A esas TDK de mi alma, yo les ponía fecha y pintábamos su lomo con el logo de la discoteca y el nombre del deejay de turno. En un momento de efervescencia creativa en la escena dance los éxitos que sonaban en las pistas de baile y las emisoras eran tan rotundos como efímeros con lo que cada pocos meses solicitaba grabar cinta. En una escena, la de la electrónica de baile de los años 90 donde lo importante era la propia escena, el género o incluso la discoteca. Donde los parámetros e imaginario del clubbing radicaba en la democracia de la danceflloor y el dj era parte de ella, no esa figura inaccesible y alejada de la actualidad. Llevarte la sesión en una cinta era llevarte la esencia de todo aquello y un documento que bien se merecía buen recaudo y ser compartido a través de grabaciones con el resto de la militancia clubber. El hecho era que esas cintas con sesiones grabadas supusieron para la discoteca un elemento de marketing y publicidad a coste cero y enorme repercusión. Aun así, la mayor parte de los clubs fueron a más y comenzaron a venderlas para sacar réditos económicos. No recuerdo cuál fue la primera que cayó en mis manos, seguramente alguna del ACTV de los estertores ruteros valencianos. 
Con el nuevo milenio y la aparición del CD y sobre todo, Internet, el formato desapareció y esa forma de compartir música se esfumó. Perdimos en romanticismo y perdimos lo tangible del objeto a manos de la digitalización. La industria discográfica saltó definitivamente por los aires, a la piratería se le puso nombre y se persiguió. Actualmente  Soundcloud y Spotyfy son la versión on line de todo aquello aunque carente de esa cierta clandestinidad, misterio y romanticismo.


martes, 17 de marzo de 2020

FLYING FREE, EL HIMNO DE LA RESISTENCIA FRENTE AL CORONAVIRUS

Sólo llevamos tres días de encierro en nuestras casas y la imaginación de la gente desborda a borbotones por las redes sociales desde el primer momento. El humor y la música están siendo las notas predominantes en las acciones caseras para llevar de mejor manera el confinamiento. A tal punto que artistas, deejays, bandas y promotores llevan a cabo actuaciones y festivales diariamente en Instagram, Facebook o cualquier otra plataforma. 
Y en los balcones y ventanas de nuestros vecindarios, los decibelios están por todo lo alto. Desde tamborradas a recitales líricos, desde coros en el patio de vecinos a sesiones discotequeras para toda la calle. Y entre tema y tema, canción y canción, una se repite constantemente, de Norte a Sur, de Este a Oeste. Se trata de Flying Free, ese viejo himno makina reconvertido estos días en el himno de la resistencia al coronavirus. 
El tema nació en la legendaria discoteca Pont Aeri, propiedad del padre de los no menos legendarios DJ Skudero y Xavi Metralla. Estos dos últimos junto a DJ Ruboy buscaban un hitazo que abriera el duro sonido makina a un mayor público y para ello produjeron un tema de BPMs acelerados y potentes, como siempre, pero también introdujeron melodía y letra. En este caso la voz fue la de Marian Dacal. Así, para mayo de 1999 y con la intención de petarlo ese verano, Flying Free ya se escuchaba en las pistas de baile del circuito maquinero catalán. Aunque al principio lo hizo de manera tibia, sin tanta repercusión como esperaban sus creadores, en unos tiempos, también hay que decirlo, donde la producción era bestial con la consecuente competencia a la hora de hacerse un hueco en las tracklists de los discjockeys. Pero a partir de otoño y cuando los hermanos Escudero pensaban que el asunto no tenía más recorrido, Flying Free comenzó a volar alto. El track era cada vez más comprado, más pinchado, más bailado. Para aquellas Navidades, el tema apareció en todos los recopilatorios y el ya "pepinazo" maquinero era bailado en todo el país. Pont Aeri se convirtió en la discoteca más famosa y sus deejays, Pastis, Buenri, Metralla y Skudero pincharon en cientos de cabinas y hasta en TVE. 
El tema se convirtió en un himno que traspasó el fenómeno originario de donde surgió y nunca dejó de escucharse, incluso cuando el movimiento makina desapareció. Y es que tras un corto barbecho sónico inicial, Flying Free comenzó a sonar tímidamente en las sesiones de DJs desprejuiciados, en sesiones remembers y más tarde saltó a las playlists de bodas, cumpleaños, Nocheviejas y toda fiesta que se precie. 
La canción posee cierta melancolía y nostalgia, es emotiva a la vez que trepidante. Te abduce desde el primer momento y te hace pasar por diferentes estados, te provoca entusiasmo, alegría y subidón. Es bailable y te lleva a un disfrute compartido, solidario. Es escapista, divertida pero también épica y heroica. 
Flying free tiene algo de mágico, por eso cuando suena el "Abracadabra" se activa un conjuro en el que nos comprometemos a dejarnos llevar, a entrar en trance y finalmente volar libres. Por eso se ha convertido en el himno de la resistencia en tiempos de confinamiento y emergencia, porque somos conscientes de que toca soportar días duros pero debemos confiar en el conjuro y saber que pronto volaremos libres.


Que no decaiga el ánimo en tiempos de confinamiento

lunes, 16 de marzo de 2020

LOS LIBROS DE LA RUTA DEL BACALAO

Cuando allá por el año 2007 empecé a escribir mi libro sobre la Ruta del Bacalao, la mayor parte de las personas a las que les contaba mi proyecto me miraban raro. Extrañadas y contrariadas, no entendían qué interés podía tener un fenómeno extinto hacía algo menos de una década y que se sustentaba en el consumo compulsivo de drogas adulteradas y el baile de una música machacona y carente de calidad. Y fue precisamente esa visión, casi unánime, del movimiento destroy, esa sesgada concepción que se había quedado en el imaginario colectivo como si de una herencia pobre, esquilmada e injusta se tratase, la que me llevó a lanzarme al teclado. Era inmerecido para Valencia, para la música y para los ruteros no explicar otro punto de vista acerca de lo que se coció en la carretera del Saler más allá del intenso escarnio amarillista de los mass media. Transcurrido el tiempo y con la perspectiva que este da, escribí una pequeña crónica novelada del fenómeno destroy que se pubicó en 2008 y que fue el primer libro que trató el tema abiertamente, al menos escrito en castellano. Porque antes, en 2004, el verdadero valiente que abrió la veda del revisionismo rutero fue Joan Oleaque en su libro escrito en valenciano En Extasi. Un trabajo maravilloso, necesario e imprescindible para entender y construir una opinión solida acerca de la Ruta del Bacalao y que en 2017 fue reeditada en castellano por la editorial Barlin Libros. En la segunda década del nuevo siglo y la precaución de poseer un mayor tiempo de distancia con respecto al ocaso del circuito discotequero valenciano, se publicaron dos nuevas novelas. Por un lado Destroy: el corazón del hombre es un abismo (Carlos Aimeur, 2015) y por otro No iba a salir y me lié  de Emma Zafón y Chimo Bayo en en 2016. Ese mismo año y ya en plena burbuja nostálgica de los años 90 sale a la luz ¡Bacalao! Historia oral de la música de baile en València, la obra definitiva y más completa para conocer la Ruta del Bacalao, su cronología, sus lugares y lo más importante, sus protagonista. Luis Costa firma la autoría del último hasta la fecha cuya temática trata de explicar y documentar una historia que se merecía ser reescrita y en días como los de hoy, puedes leer para conocerla mejor. ¡Feliz lectura!







miércoles, 11 de marzo de 2020

¿QUÉ FUE DE FLAT ERIC?


La historia de la música electrónica está llena de elementos icónicos, de símbolos que han marcado una época e iconografía que permanece en el imaginario de quien ama las pistas de baile. 
Uno de esas imágenes imborrables es la de Flat Eric conduciendo su coche perseguido por la policía. El legendario muñequito amarillo pronto se adueñó de nuestros corazones, puede ser por ese físico que llama al achuche o por una personalidad arrebatadora, tan divertida como ajena al qué dirán. ¿Pero qué ha sido de este títere marchoso que saltó a la fama mundial en los años 90?
Lo primero que hay que decir es que su verdadero nombre es Stephane y nació en 1998, concretamente en el vídeo del tema "M Seq", creación de Mr. Oizo, su padre. Ese mismo año aparecieron juntos protagonizando un anuncio de Levis que les catapultó a la fama mundial. Antes, el peluche tuvo que pasar por las manos de Jim Henson, quien modificó su fisonomía y personalidad. Su nuevo nombre se decidió en base a la buena asimilación internacional de Eric y lo de flat (plano) viene porque la idea inicial del spot era aplastar la cabeza del títere contra el asfalto, ocurrencia que luego se desechó, así la gomaespuma no llegó al río.
El house sucio de Mr. Oizo se adueño de los altavoces de las discotecas de medio mundo y Flat Eric se convirtió en una rutilante estrella que aparecía en las portadas de las publicaciones más influyentes, los escaparates de todas las tiendas, series, programas de televisión o videoclips. El fenómeno, en una incipiente Internet, puede catalogarse como uno de los primeros virales en la recién nacida era digital. 
En 1999 se publica el vídeo original con el tema "Flat beat" donde nuestro muppet más marchoso nos enseña cómo es un día en su oficina y la devoción que siente por las salchichas. Poco tiempo después se alejó de las cámaras y no supimos más de él. 
En 2008 nos sobresaltamos al verle aparecer en la portada del álbum de MR Oizo, Lambs Anger, como si le fueran a cortar con una cuchilla. A partir de ahí tiene dos apariciones esporádicas en vídeos de su creador. 
Y en 2015 protagoniza Paris now! un corto donde es el propio protagonista.
El año pasado cumplía 20 años desde su aparición en aquel anuncio de vaqueros y fue la última vez que vimos a Flat Eric, esta vez con su hijo en una edición del muñeco para coleccionistas. El hecho es que este peluche con mirada vivaraz sigue dando guerra, quién sabe cuál será su próximo plan o si lo veremos un día por la carretera, en ese coche que se detiene junto a nosotros en el semáforo de turno, moviendo la cabeza al ritmo del beat.