lunes, 28 de octubre de 2019

LA NOCHE EN LA QUE FUI A UN CLUB DE TRAP



Las diferentes generaciones de jóvenes siempre han tenido, a lo largo de la historia, sus propias movidas con sus distintas estéticas, bailes, músicas y comportamientos. Dichos movimientos obedecen a una conducta asociada a la edad  juvenil basada en la rebeldía, la creatividad y la ruptura con lo establecido y, por regla general, son desarrollados por una minoría. Con el paso del tiempo, generalmente al cabo de unos 20 años, aparecen olas revisionistas que dignifican y provocan caer en la tentación del "yo estuve allí" a coetáneos que rechazaron en su momento el asunto quedándose en el la parte más cómoda de lo establecido.
¿ Y qué imagen identitaria y definitoria se tendrá de los jóvenes actuales dentro de dos décadas? Yo lo tengo claro, esta será la del trap. Un concepto tan laxo que no se sabe del todo qué es lo que engloba aunque seguramente necesitemos todavía de cierta perspectiva.
Siendo consciente de que no es mi movida pero llevado por mi naturaleza inquieta y curiosa decido ir a uno de los clubs más famosos del guirigay trapero de la noche capitalina y conocer de primera mano en que andan metidos los que siguen eso que llaman la "música urbana".
Poco más allá de la media noche aparezco en el número 20 de la calle Alcalá, llueve a mares en Madrid y en la puerta decenas de personas resignadas esperan haciendo una cola que parece no avanzar. Dentro se celebra, como cada viernes, Cha Cha Club. Detrás de estas fiestas están Edgar Candel Kerri, Laura Vandrall y Andrea Vandrall,  que desde febrero de 2016 (cuando Cha Cha era una party privada) dieron rienda suelta a su lado más electroperrero en el antiguo cine Bogart. Por allí se dejaban caer los más cool del moderneo madrileño, transportando el mundo malasañero al otro lado de la Gran Vía.
Luego se mudaron a la cercana Alcalá 20 y dejaron de lado su clandestinidad, prometiendo, eso sí, no cambiar las reglas. Al entrar, la oscuridad inunda el local y sólo los rojos predominan en determinados momentos y lugares, como en las escaleras que llevan al baño y te hacen sentir como dentro de una bola de espejos.
Los asistentes no superan, en su inmensa mayoría, los 25 años y su estilismo es demoledor. Hay mucho de androgino, mucha herencia noventera, plataforma, chandals que se abren lateralmente pierna arriba, fosforismo, plumas de colores, leopardo y oro, mucho oro, oro hasta los dientes.
En los altavoces suena trap, reggaeton, rap, algo de electrónica y se perrea como si no hubiera un mañana.
En la pista la convivencia es total y la pose necesaria. En el mundo trap, el absolutismo del postureo también extiende su hegemonía. El vapeo es constante y el humo invade todos los rincones. El twerking exacerbado no cesa en los podiums, lo queer es parte de la fiesta y el omnipresente móvil recoge  imágenes que retransmiten a través de redes lo que sucede allí dentro. Warhol en estado puro.
En esto suena C. Tangana y la discoteca se viene abajo. Se prevé una noche intensa, que Rosalía nos pille confesados. Tra, tra.

Vídeo del ambiente de Cha Cha Club

martes, 22 de octubre de 2019

EL TONI 2 O LA LEYENDA DEL PIANO-BAR DE LA CALLE ALMIRANTE

Madrid es acogedora y noctámbula, abierta y divertida. Madrid es esa ciudad donde puedes salir de lunes a domingo (mejor si no es un sábado) y atesorar una nueva historia para siempre recordar. Porque en sus calles, en sus bares, entres sus gentes siempre suceden cosas, siempre hay mucha vida y poco espacio para el sueño.
Por eso, como no podía ser de otra manera, un garito como el Toni 2  no tenía alternativa posible, era Madrid su obligada ubicación, concretamente en la llamada Almirante,  una de esas callejuelas de Chueca que colindan con el Paseo de Recoletos. Marco incomparable para un lienzo único. Y es que el lugar, que acaba de cumplir 40 años, no pierde su magia porque mantiene la esencia original y originaria, esa que canta entre lo clásico y lo moderno, lo canalla y lo castizo, lo sobrio y lo kitch.
Su nombre y una descripción somera e inexacta conduce irremediablemente a error. El Toni 2 no es un karaoke, allí no hay televisiones donde seguir la letra, ni cuadernos fotocopiados en los que pedir una canción. Las ordinarieces no son su estilo. La sala es un piano-bar al que se accede  bajando unas pequeñas escaleras, con una barra de capitoné donde elegantes camareros te sirven ricos cocktails, moqueta y una decoración señorial que desliza cierta decadencia y te atrapa desde el primer momento.
Un poco más allá se sitúa su elemento icónico, el piano de más de 4 metros de cola, alrededor del cual se reúne una clientela variopinta que canta al ritmo que marca alguno de sus tres pianistas.
El motivo del número 2 en su nombre radica en la existencia de un bar predecesor, el Toni 1, que se encontraba en la no muy lejana calle Lagasca desde 1964 hasta 1983 y que coincidió con su heredero durante los cuatro últimos años de vida. Allí, Antonio Tejero Cadenas ideó un lugar irreverente donde todo cabía, desde conciertos hasta actuaciones de vedettes o bailes con mucha música de los Beatles y compañía.
Ahora es su hijo, Cesar Tejero, el que sigue adelante con el bar. Acercando su propuesta a nuevas generaciones que conviven con los clientes de toda la vida. Alargando veladas que no tienen fin. Trasquilando a personalidades de divismos exhacerbados y escasa educación. 
En definitiva, continua aumentando la leyenda de las noches del Toni 2 y por ende la de la noche de Madrid. Esa ciudad donde cuando llegues sabrás que es canela fina y armar la remolina.


miércoles, 2 de octubre de 2019

CELEBRANDO LOS 40 AÑOS DE LA SALA SOL


Desde este pasado mes de septiembre la legendaria sala Sol celebra sus primeros 40 años de vida y con motivo de tan redonda efeméride han organizado unas semanas con programación especial llenas de conciertos, clubbing y fiestas varias. Así que era inevitable acercarme por las traseras de Gran Vía y, escaleras abajo, imbuirse en el siempre impredecible y divertido ambiente del histórico local madrileño.
En esta ocasión el escenario, a primera hora, estaba reservado al Gran Wyoming y Los Insolventes con un directo lleno de clásicos del rock que hizo vibrar a un público entregado que llenó la sala desde muy primera hora de la noche. Y cuando el asunto estaba en todo lo alto, por la selección musical y la actitud del eterno Wyoming, por la banda de estupendos músicos que le acompañaban, en ese momento, cuando pensábamos que eramos incapaces de aguantar tanta camisa floreada, sobre las tablas apareció Jorge Sanz para acompañar con su armónica a la hora de tocar Johnny B. Goode.
Y es que, como dijo el del barrio de la Prospe,  "Aquí le tenéis, no está muerto el cabrón. Miradle, si parece el hijo de Conan". Rock en estado puro.
Al finalizar el concierto nadie se marchó a casa, era el momento de disfrutar del DJ set más ecléctico y manchego del mundo, el de Joaquín Reyes. A la sesión se quedó la pléyade noctámbula y jaranera capitaneada por otro grande, Ernesto Sevilla. Y así, temazo tras temazo, quemando zapatilla, agotamos la noche en uno de los mejores lugares para hacerlo, la sala Sol.

Joaquín Reyes cortocircuitando