Cantaba Doctor Deseo en su himno "Morirse en Bilbao" que bailaba en sus calles y se perdía en sus bares. Y desde luego a la cabeza se nos vienen nombres como Barrenkale, Pozas, Mazarredo y otras calles con solera en eso del jolgorio txirene pero es en los últimos tiempos cuando una nueva rue se viene haciendo hueco en el olimpo jaranero del Botxo. Paralela a la Gran Vía, discreta y pequeñita, Ledesma coge fuerza cada tarde en la capital vizcaína convirtiéndose en punto de encuentro de una cada vez mayor masa de parroquianos con ganas de alegría y disfrute.
Por encima de sus baldosas trasiega una multitud heterogénea donde son mayoría los que superaron hace tiempo la treintena y tienen cierta afición a la bohemia a base de pintxos, vinitos y cubatas. Terrazas y barras para tertulias tempraneras y música cada vez más alta y bailable según pasa la noche cotizan una vía cada vez mas divertida y festivalera para canallas y noctámbulos.
Locales como La nueva taberna taurina o Ledesma Nº 5 son ideales para coger fuerzas antes de dejarse caer por el irlandes Mo'r O'rless y el ya mítico Periflú. Este último lugar, a pesar de ser pequeño, acaba resultando ser matón y es allí donde no puedes dejar pasar la oportunidad de llevar a cabo la inmersión a su loca propuesta bailonga donde en su ínfimo espacio no cabe más gente divertida por metro cuadrado. También puedes aprovechar la subida a sus baños a modo de pódium para go-go y darlo todo desde las alturas. Y ahora que hemos entrado en la madrugada y por fin el baile no tiene restricciones y la noche reconquista sus horas perdidas es imprescindible llegar hasta el final de la calle Ledesma, la vía que no deja que te aburras y allí, en sus confines, sin fuerzas para retornar al principio y enfilando la parada de taxi o metro, creyendo que sólo queda lugar para el descanso te das de bruces con la Antigua Cigarrería o lo que es lo mismo, canalleo. Cubatas bien preparados y una selección musical que va desde Alaska hasta Ojete Calor, desde Daddy Yankee hasta Doctor Deseo. Y no queda más remedio que, como arenga el gran Francis, "seguir la fiesta, quemar la vida y morirse en Bilbao."
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