Eran los tiempos juveniles de una España que intentaba soltar amarras con su pasado más cercano y de unas gentes contestatarias e insumisas que buscaban su propio espacio en unas discotecas rabiosamente modernas ubicadas en plena Albufera y con aspecto de bunker posnuclear.
Sin horarios, ni corsés sónicos ni mentales, la libertad fluía como el vuelo de un murciélago perdido en la noche en un local considerado, por los hechos, templo de la diversión y el hedonismo infinito. Fueron los años felices de un lugar irrepetible, que afianzó una forma de entender la vida llamada destroy, conocida popularmente como la Ruta del Bacalao.
Ahora su gran letrero luminoso ha dejado de saludar a quien se acerca por la otrora mediática carretera del Saler y, con nuevas empresas a la vista, se desmantela para desgracia de los nostálgicos.
Tras su desvanecimiento en los noventa, hoy sólo he querido recordar, un cuarto de siglo después, un pellizco de momentos y sensaciones para los muchos que estuvisteis allí.
Felicidades “Spook Factory”. Y felicidades a los que tuvisteis la suerte de vivirlo y disfrutarlo.
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