domingo, 14 de abril de 2019

JUAN SANTAMARÍA, EL DJ QUE FUNDÓ LA ESCUELA DE VALENCIA



Hace unos días nos dejaba el gran Juan Santamaría, pionero en eso de poner discos y militante acérrimo de la música, el baile y las discotecas. Inquieto desde muy joven, a los 21 años recaló en Ibiza. Antes había pasado por Francia, Granada, Benidorm y su lugar de nacimiento, Castellar, un pueblo que ahogaba sus expectativas y ganas de experimentar. El legendario Verano del Amor estaba todavía muy reciente y la isla abría sus puertas a la, cada vez más numerosa, colonia de hippies.  
Rápidamente se puso a trabajar en el Lola´s, una de las primeras discotecas del lugar y aunque la experiencia pitiusa le provocó una gran apertura mental, pronto regresó a la península, en concreto a Sitges, que por aquel entonces era uno de los centros neurálgicos de la fiesta, un equivalente a la Ibiza actual. Allí pinchó en la Galera y desgasto zapatilla en la recién inaugurada Pachá. Su jefe emigró a Holanda, donde tenía otra sala y Juan, ni corto ni perezoso, se unió a la aventura. Por el día limpiaba unas oficinas y al caer la noche se metía en la cabina. "Amsterdam era un tripi todo el día" relata Santamaría en el libro ¡Bacalao!.
Para el año 1972 había vuelto a España como el DJ residente de Cap3000, una de las discotecas más grandes y modernas de Europa. La década iba avanzando y la disco fever "in crescendo" aunque en España todavía se estilaba mucho la canción ligera y la música comercial. En 1977, el mismo año que estrenaron "Fiebre del Sábado Noche" se inauguraba en Valencia Oggi y Juan Santamaría revolucionó el panorama sónico. Comenzó a pinchar música blanca en un lugar donde macarras y putas eran habituales, igual que las rayas de coca. Juan lo recuerda como una época muy divertida, donde el club reventaba cada noche de la semana y se rompía la hegemonía de la música negra a base de temazos  punk, postpunk, de Bowie, de Lou Reed, de los Clash... el resto de deejays comenzaron a dejarse caer por allí para intentar ponerse al día y seguir la estela del que empezaba a ser considerado como un maestro.
El fin de la dictadura hizo que la juventud valenciana fuera despertando y las ganas de libertad y marcheta comenzaron a ser notorias. En 1980 se inauguró Chocolate y Juan Santamaría lo hace como discjockey. A sólo 200 metros de Barraca, con cuyo equipo también tenía mucha relación, se movió entre dos aguas. A primeras horas de la noche el público era más light y "pijo", a partir de las 3:00, cuando llegaba la marabunta de los pubs de Valencia que cerraban, el ambiente y la música se volvían más eclécticos, abiertos y extremos, ahí es cuando Juan disfrutaba de verdad. Después pasó por Metrópolis y Distrito 10, siempre intentando pinchar lo más novedoso, lo más aperturista aunque en muchos momentos no se entendiese ni por parte del público, ni de la dirección. Gracias a él, otros discjockeys inquietos e irreverentes, como Carlos Simó, se unieron a la insumisión y continuaron la valiente labor de pinchar música diferente, heterogénea y creadora de escenas particulares y de enorme interés. 
En 1983, Santamaría decidió iniciar su lucha en otro frente. Creó la primera tienda de discos de importación para DJs en Valencia y surtió de "lo último" a sus discípulos, eclecticismo vanguardista ajeno a todo y donde se mezcla rock, postpunk, synthpop y música electrónica. La Movida Valenciana es ya, en ese momento, una realidad y la Ruta del Bacalao estaba en ciernes, un fenómeno que sacudirá la cultura de club y hará de Valencia el epicentro del clubbing en media Europa. Y todo gracias a la influencia e inspiración del que siempre será un maestro y referente, Juan Santamaría, aquella persona que no cejó en su esfuerzo de ofrecer sesiones diferentes a lo que se presuponía que debía ser la música a escuchar en una discoteca. 

                       Imágenes encontradas en La Vanguardia y Vice


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