Ayer la sala BBK se petó de ladillas para ser parte de lo que a priori pueda parecer un esperpento frívolo pero termina derivando, a nada que sepas bailar entre líneas, en un acto rebelde, subversivo y contestario. Y es que definir como concierto lo de Ladilla Rusa es quedarse muy corto, en la pura superficialidad. Y ayer en Bilbao se demostró.
Al ritmo de la makina, la rumba, el italodisco y por supuesto, el electroclash, entre otras referencias sónicas, es imposible quedarte quieto en lo que perfectamente puede considerarse una clase magistral de zumba.
Temazos como Bebo, Macaulay Culkin, Los Coches del pasado o A un metro y medio de ti mezclado con la gran Flyng Free lo convierten en un conciertazo para disfrutar de un himno tras otro sin parar de botar.
Un auditorio lleno de pelucas, de maquillaje rándom, de boas y de colorín, donde el público se integra en el espectáculo, ya sea haciendo coros en el escenario y desgañitándose en la pista, es un acto de amor y humor, mucho humor.
Que aparezca Yogurinha junto a Tania y Víctor para hacer un trío es cabaré, es reivindicar las estrellas locales y es una fantasía ladillera.
Bebe y deja beber.
Pero por encima de todo, una actuación de Ladilla Rusa es un acto de apología de la libertad porque en tiempos convulsos donde se quiere restringir y manipular, salir a bailar sin prejuicio es una manera de hacer la revolución y lo más punk que podamos encontrar.
Gora Ladilla Rusa!! y de afterparty a misa.
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