Ojete Calor había citado a la gente guapa para disfrutar de su concierto ayer en el Bilbao Exhibition Centre y para allí que nos fuimos.
Antes de entrar picamos algo en los bares cercanos al recinto en la zona de Arteagabeitia-Zuazo, unos locales a los que les tengo que dedicar en algún momento un artículo sólo para ellos porque son pura dinamita. Bares de toda la vida, sin florituras ni miramientos donde nos zampamos un bocata de beicon con queso, croquetas y unos morros (que me apasionan). Unos bares llenos de gentes dicharacheras, muchos con sus mejores galas kitchs a base de boas de colores, animal print, diademas plateadas o complementos coloridos y luminosos que lograban crear un ambiente en el que parecía que no había finalizado el Carnaval. Y mientras se degustaba manjares culinarios como torreznos y tortillas de patata, los televisores de dichos bares reproducían videos a todo volumen con los temazos de Ojete Calor y Ladilla Rusa, hedonismo sicalíptico.
Había tanto ambientazo en la calle que los subnopopers apuramos la entrada al concierto y a falta de un cuarto de hora para las 21.00 la cola para acceder era monumental pero llena de buen rollo, la gente guapa somos así.
El asunto estaba bien organizado y rápidamente entramos a un espacio abarrotado por unas 5.500 personas. A partir de ahí Carlos y Aníbal crearon poesía electroclash. Casi dos horas llenas de humor, crítica social, baile y hitazos.
Un espectáculo políticamente incorrecto perfectamente sincronizado y muy por encima de las expectativas. Los grandes éxitos de Ojete Calor se sucedían uno tras otro coreados en masa. “Morreo”, “Agapimú”, “Opino de que”, “Extremismo mal” ... temazos que no nos dieron descanso mientras sus videoclips se proyectaban en una enorme pantalla y desde el escenario no se dejaba de lanzar humo, bengalas y confeti.
Cuando entrábamos en la recta final de la actuación se sacaron de la manga un karaoke a base de referentes ojete caloriles como Chiquetete, Camilo Sesto, Raffaella Carrá o Georgie Dann entre otros.
Después de semejante esperpento tocaba bailar la traca final o eso creiamos. Sonó “Mocatriz” y por supuesto, “Viejoven”, el oxímoron por antonomasia de toda una generación.
Se pidió un bis y Ojete Calor no dudó en regalárnoslo. Para ello se encendieron de nuevo las luces, esta vez en tono rojigualdos y sonó el “Que viva España” de Manolo Escobar. ¿Se puede ser más punk?
A continuación, cantaron “Tonta gilipó”, Carlos Ojete nos regaló un “calvo” en honor a su apellido y terminaron despidiéndose a dúo lanzando fotos firmadas, restregadas previamente por sus partes más impúdicas, mientras sonaba “Un beso y una flor” de Nino Bravo. No puede haber un concierto más guapo que el de Ojete Calor.