Club Malasaña es el último invento de Edgar Kerri para animar las noches madrileñas, el cual abrió sus puertas justo antes de que apareciese la maldita pandemia que nos alejó de las pistas de baile durante más de un año. Así que tras el parón por el horrible covid y la reanudación de la actividad discotequera, la mencionada sala era uno de los sitios a los que más me apetecía acudir. En pleno barrio de Malasaña se ubica esta pequeña y coqueta discoteca cuya cuidada decoración no pierde detalle y consigue emanar un glamour con reminiscencias retro en todos sus rincones. No quería esperar colas y sí escudriñar la sala, su diseño y propuesta a través de la estética, por eso llegué pronto al lugar donde según transcurría la noche se llenaba del moderneo más joven de la capital.
El ambiente era animado y muy abierto, donde el eclecticismo y la libertad quedaban patentes bajo una música electrónica bailable y que servía de hilo conductor en todo aquel sarao. Los camareros resultaron ser muy simpáticos, algo que también es, por desgracia en las discotecas de moda, noticiable. Pero si algo me flipó es la disposición de la sala, en la que el escenario con la DJ y la pequeña pista de baile era rodeada por un espacio de mayor altura que provoca un clima de integración, de comunión, que llama al baile y le confiere al lugar un espacio importante a la comunidad, a los clubbers. Y es algo que me maravilló porque dicha configuración se ha ido perdiendo en los últimos tiempos en cualquiera de las salas donde se acabó imponiendo el formato pop-rock, a través del cual el público está dirigido a un gran escenario donde todo pasa y a los que allí subidos están se les venera. En Malasaña Club esto se mitiga y la pista recupera protagonismo, lo comparte con el escenario y regresa de alguna manera a los orígenes del clubbing, a la disco music y el protagonismo del público, que con su actitud logra un ambiente festivalero, divertido y desprejuiciado. Espero que la cosa vaya a más y que se conforme como el retorno de la música de baile sin rockerizar, aquella mucho más genuina y democrática. Me encantaría que Malasaña Club recupere el espíritu de los primeros clubs disco de los años 70 en Nueva York. Sería un puntazo.
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