domingo, 28 de noviembre de 2021

LA MÚSICA QUE CONECTA EL ALMA

 La música es un arte porque conecta con nosotros y lo que es más importante, nos conecta el alma. Os contaré que, cuando vivía en Madrid, mi camino al trabajo representaba como ninguna otra cosa lo deshumanizada que puede resultar nuestra sociedad. En el largo trayecto de metro me cruzaba con otras personas que, a primera vista, parecían zombies en estado automático, seres sin alma con la cara de quien hace demasiado poco acababa de interrumpir su descanso para iniciar un nuevo día igual al anterior. Entidades sin más ilusión que llegar a su puesto de trabajo puntuales para iniciar una jornada en un lugar que no es el suyo, en un sitio en el que hipotecan su vida a cambio de un salario que les mantenga atado a un sistema que dicta a cada cual su destino y quehacer. 

En ese trayecto diario, todos aligeran con la cabeza gacha y sin rechistar con dirección a sus obligaciones, absortos en el móvil la mayoría, recorriendo pasillos interminables donde hacer los transbordos oportunos para pasar de una línea a otra. Y en uno de ellos, en una esquina de Nuevos Ministerios entre la línea 6 y 10, cuando más insulsa y monótona puede resultar tu vida, sucedía el mejor momento del día. Allí me encontraba cada mañana un señor corpulento de Europa del Este tocando su violín, generalmente el canon de Pachelbel y era entonces cuando ocurría, ese cosquilleo en el estómago, esa sonrisa espontanea, ver a la muchedumbre como en un baile programado para no chocarse. La energía inundaba mi cuerpo y el alma parecía conectarse. Me recargaba de positividad mientras recorría a paso ligero aquel pasillo de varios cientos de metros mientras oía la pieza irse perdiéndose a lo lejos.

Hace unas semanas, paseando por una céntrica calle de Madrid, volví a oír los mismos acordes del mismo canon de Pachelbel y sentí de nuevo como mi alma volvía a conectarse. Después de un año y medio tan duro, la música volvió a insuflarme energía, felicidad y paz para seguir adelante de una manera diferente, sintiendo el alma. Me recordó aquellas mañanas en el subsuelo entre congéneres aparentemente carentes de ánima donde aquel músico me hacía sentir feliz con su talento al violín. Gracias a él y a todos esos artistas callejeros que consiguen romper la atenazante rutina de quien cada día madruga, sin, la mayoría de las veces, ánimo para ello. 


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